Estamos más que acostumbrados a complacer a la gente que nos rodea y para ello, recurrimos al "no me importa" cuando en realidad sí que nos importa, y mucho, algunas cosas con las que asentimos. Hablamos por ejemplo, cuando un comentario nos afecta o hiere nuestros sentimientos pero hacemos ver como que no pasa nada, sea por el motivo que sea, porque nos cuesta e muchos casos aprender a decir no, porque preferimos evitar una situación incómoda.
Querer complacer a todo el mundo, significa caer en la trampa del sacrificio continuo hacia los demás, y se trata de algo muy perjudicial para nuestra autoestima porque dejamos de pensar en nosotros mismos y en nuestros intereses.
Es evidente que estar ahí para apoyar a los demás es algo positivo, pero no siempre debemos hacerlo. Porque cuando interiorizamos esa dinámica de querer complacer a todo el mundo, acabamos sacrificando una buena parte de nuestra vida para hacer que los demás se sientan mejor.
El conocido psicólogo, Albert Ellis, fue el creador de la terapia racional emotiva, y habló de once creencias irracionales que se contagian al resto de nuestros pensamientos y emociones. Una de esas creencias que nos limitan es, precisamente, la de pensar que necesitamos el amor y la aprobación de las personas que nos rodean.
¿Cuántas veces intentamos complacer a los demás y nos olvidamos de nosotros mismos y de lo que realmente deseamos? Es habitual que todos nosotros digamos que sí a propuestas que, aunque resultan totalmente intrascendentes, lo cierto es que no estamos a gusto con ellas.
El camino más fácil para todos es el de evitar los conflictos e ignorar lo que realmente queremos. Sin embargo, este no es el camino correcto que debemos tomar en la vida, y tenemos que aprender a decir que "SÍ", que en realidad sí nos importa". Pero, ¿cómo llegar hasta allí y poner nuestros propios límites sin tener conflictos con los demás? Sigue estas sencillas claves y lo conseguirás:
Cuando sientas el impulso de decir que no importa cuando en realidad sí, lo primero que debes hacer es pararte a pensar qué tipo de pensamientos te vienen a la cabeza en ese preciso momento. Cuando llegues a este punto, debes detectar las ideas irracionales (las que enumeró y explicó Albert Ellis) y tratar de razonarlas.
En este punto, debes intentar reflexionar sobre todas aquellas situaciones en las que dices que no te resulta importante pero en el fondo sí y te produce cierto dolor.
¿Qué tipo de relación tienes con esa otra persona?; ¿sientes confianza con ella o crees que intenta manipularte?; ¿qué beneficio le reporta a la otra persona que tu asientas?; ¿y qué beneficio te aporta a ti decir que no importa en absoluto pero te molesta? Cuando respondas a todas estas preguntas, serás verdaderamente capaz de darte cuenta de si merece o no la pena decir ese "no importa".
Afortunadamente la comunicación puede echarnos una valiosa mano en estos casos, y podemos poner en práctica algunas estrategias comunicativas para decir que sí que nos importa, que sí que nos duele.
Una de estas estrategias es la asertividad elemental, que no es más que explicar a los demás nuestra postura de una forma sencilla y directa, dándoles una pequeña explicación de por qué sí que nos importa eso.
La otra estrategia de comunicación que podemos poner en marcha en estos casos es la asertividad empática, a través de la cual, debemos ponernos en el punto de vista de los demás, validar sus argumentos y, por último, exponer nuestro propio punto de vista.
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