Decir adiós a una persona que no nos aporta nada sustancial en la vida, nos ayuda a crecer.
Desde que somos niños, la vida nos acostumbra a decir adiós: despedirnos de nuestros seres queridos, dejar atrás a antiguos amigos, decir adiós a los maestros que nos acompañaron en la escuela, o romper con una pareja.
Y es que, la esencia de la vida es cerrar capítulos antiguos y dar la bienvenida a episodios nuevos. Sin embargo, decir adiós no siempre tiene que suponer un sufrimiento porque, detrás de cada despedida, las personas crecemos, resurgimos, y nos encontramos de nuevo con nosotros mismos.
Cuando decimos adiós a quienes no nos aportan nada sustancial en la vida, también sufrimos, pero ese sufrimiento rápidamente dará paso a una sensación de felicidad, de recuperación del equilibrio emocional.
En el mundo de la pareja y de las relaciones sentimentales, el adiós también duele, sin embargo, debes aprender a decir adiós cuando la despedida significa una oportunidad de crecimiento para ti. Te damos las claves para conseguirlo.
A estas alturas de la vida, ya te habrás dado cuenta de que todas las despedidas suponen capítulos difíciles en la vida de una persona. Sin embargo, es fundamental que seas consciente de que, tras la despedida, no volverás a ver a esa persona, y que a partir de ese momento nada volverá a ser lo mismo.
Si por determinadas circunstancias, te cuesta mucho despedirte, es probable que en más de una ocasión hayas dado la oportunidad para que las cosas cambien. Sin embargo, en este caso, lo mejor es ser realista.
No te engañes, las personas no cambian por arte de magia, y más aun si no se proponen cambiar. Empieza a ver las cosas de forma objetiva, y piensa que, si esa relación solo te traía sufrimiento y dolor, lo mejor es dejarla marchar.
Las despedidas son siempre episodios difíciles, momentos cargados de sentimientos y emociones que nos cuesta superar. Sin embargo, debes comprender desde el principio, que el camino hacia encontrarse bien de nuevo tras una despedida, puede ser un recorrido largo y difícil de superar.
Pero además de suponer episodios dolorosos, las despedidas tienen una parte muy positiva de la que debes ser consciente y es que, cuando decimos adiós a alguien, tenemos ante nosotros una verdadera oportunidad para crecer y para redirigir nuestra vida hacia nuestros verdaderos objetivos.
Piensa que, si el amor no era correspondido, el camino de tu relación iba a ser demasiado complicado. Ahora, que has dicho adiós, tu camino empieza a allanarse para que consigas poco a poco todo lo que te has propuesto. De esta forma, te será más fácil conseguir tu propio bienestar psicológico y emocional.
Llorar, reír, salir a pasear al aire libre, comerte un kilo de helado…Son reacciones emocionales lógicas que se suelen producir después de decir adiós a alguien que ha tenido un destacado lugar en nuestra vida.
Inmediatamente después de producirse la despedida, es normal que sientas ganas de llorar, que eches de menos a la persona a la que has dicho adiós. Todas esas emociones son normales y no debes reprimirlas.
Piensa que, según vayan pasando los días, te irás sobreponiendo, y poco a poco empezarás a resurgir de nuevo de entre tus propias cenizas. Tan sólo date tiempo.
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