Durante la infancia, las niñas son susceptibles de desarrollar celos y mostrar conductas hostiles hacia sus madres. En este contexto es donde se desarrolla el complejo de Electra, terorizado por el psicoanalista suizo Carl Gustav Jung, y haciendo referencia a la relación de competencia constante en la que viven las niñas para con sus madres, al buscar éstas tener el afecto exclusivo de su padre.
Según esta teoría de Jung, las niñas que sufren complejo Electra son aquellas que nunca llegaron a superar la etapa fálica del desarrollo sexual en su infancia. Y, una vez que llegan a la etapa adulta, las que superan el complejo Electra acaban reconciliándose con su sexo, y aceptando el rol de madres como un espejo de su identidad.
Jung definió este complejo como un deseo sexual inconsciente que sienten las niñas hacia su padre. Según su teoría, el complejo Electra pasa por varias fases: una inicial en la cual, las niñas sienten atracción hacia sus madres (durante los tres primeros años de vida). Y esta primera fase da lugar a una segunda en la cual las niñas empiezan a ver a su madre como a una rival y sienten atracción hacia su padre.
Sin embargo, Jung afirmó que, si esa fase se resuelve con total normalidad, la niña acabará asumiendo su derrota y comprendiendo que el amor de su padre es su madre, y ella deberá buscar el amor en otra persona. De lo contrario, cuando esta fase no se resuelve con normalidad y la niña no es capaz de ver que su padre quiere a su madre, ésta acabará desarrollando una anomalía que, a lo largo del tiempo, le impedirá encontrar el amor en otras personas que no sean su padre.
Antes de que Jung estableciera su famosa teoría, Freud también profundizó sobre el complejo Electra. Sin embargo, en su opinión, el desarrollo psicosexual en la infancia va íntimamente ligado a la anatomía de los genitales.
Freud estableció que, en la mente de los niños pequeños sólo existe un genital completo, y este es el falo. A partir de aquí, la teoría de Freud establece que, cuando la niña encuentra el momento de comparar sus genitales con los de un varón, ésta encuentra que los suyos son más pequeños y que son iguales que los de su madre.
Este descubrimiento hace que la niña se sienta inferior respecto al varón y en clara desventaja, ya que, sin el falo, la niña no puede poseer sexualmente a su madre. De hecho, la niña mantendrá la esperanza de que sus genitales crecerán hasta que se transformen en un falo pero, al comprobar que esto no es así, la niña empezará a desarrollar una envidia evidente hacia el pene.
Según apuntan los expertos, existen dos reacciones naturales que van a ayudar a resolver el complejo Electra en las niñas. Uno de ellos es la represión, o lo que es lo mismo, el bloqueo de los deseos, las emociones, los recuerdos y las propias ideas de la consciencia.
El segundo mecanismo natural para solucionar el complejo de Electra es la identificación pues, poco a poco y a medida que pasa el tiempo, las niñas van incorporando a su propio yo las características de la personalidad materna.
De hecho, a medida que van madurando, las niñas van abandonando los deseos de tener pene, y comienzan a identificarse con su madre, sobre todo a partir de los ocho años, que es cuando empiezan a imitar a la figura materna.
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