Sabemos que educar a los niños no es fácil. Se trata de personas que no son capaces de razonar, cogen rabietas, se enfadan, son egocéntricos... en definitiva, son niños. Pero que sea difícil no significa que no sea importante, de hecho, es fundamental que eduquemos de la mejor forma posible a nuestros hijos. Ser padre, es algo más que engendrar a un niño, es darle las herramientas adecuadas para enfrentarse al mundo. Y precisamente, como educar a los niños no es fácil, muchos padres recurren al chantaje emocional y la realidad es que se trata de un acto que, cuando se utiliza de continuo, es muy negativo. El chantaje emocional de padres a hijos está cada vez más a la orden del día y para la salud emocional de nuestros pequeños, puede ser nefasto, sin mencionar ya los efectos que puede tener en el futuro.
No todos los padres son figuras positivas. A veces, la relación entre padres e hijos se vuelve tormentosa por culpa de los padres, quienes critican, manipulan, se victimizan e incluso compiten con sus propios hijos. Se trata de actitudes que actúan en contra del equilibrio emocional en la vida de los más pequeños.
Así, la manipulación y el chantaje emocional de padres a hijos provoca huellas que los niños van a acarrear en toda su vida. Al crecer, los niños chantajeados se transformarán en unos adultos con baja autoestima, inseguros, con tendencia a la culpabilidad y muy inestables. En lugar de ello, nuestro cometido como adultos responsables es de brindar a los más pequeños todo aquello que necesitan para su desarrollo personal en el futuro, darle un equilibrio en todos los sentidos. A fin de cuentas, nuestra familia interviene en el desarrollo de nuestra autoestima y en nuestro desarrollo como personas. Por tanto, si somos más conscientes de las consecuencias que el chantaje emocional de padres a hijos seguramente, podremos actuar de otro modo.
La manipulación hace daño a las personas que la sufren. Las vuelve inseguras, ineficaces y dependientes. Como ya hemos comentado en alguna ocasión, el chantaje emocional, las críticas destructivas y la pena, son herramientas que se utilizan y son muy útiles para conseguir lo que se desea, pero tienen unas consecuencias que van más allá de lo que podamos pensar.
Uno de los efectos más negativos que tiene el chantaje emocional de padres a hijos, es el seguimiento del ciclo. Es decir, si nuestros padres se han portado así con nosotros, seguramente nosotros lo hagamos con nuestros hijos, o incluso también, con nuestras parejas o nuestros amigos. Lejos de esta realidad, lo que se debe hacer es precisamente educar a nuestros hijos en emociones para que se sientan libres y para que sepan ponerle un nombre, poco a poco, a lo que van viviendo. Cuando somos pequeños nuestra figura principal son nuestros padres. Ellos nos enseñan y en ellos nos fijamos, aunque no nos demos cuenta, incluso aunque no queramos. Nuestros padres son los que nos enseñarán como conseguir las cosas, como tratar a los demás y como valorarnos a nosotros mismos.
Hemos de ser consientes de la importancia que el aprendizaje tiene en nuestras vidas en todos y cada uno de los aspectos que nos rodean. Es importante que eduquemos a nuestros hijos con valores fuertes, para que sean personas independientes, con herramientas y recursos para gestionar su vida, y que sufran lo menos posible. Es más, en la medida que los padres sean más estables a nivel emocional mejor será la infancia de los pequeños, pues esto les permitirá transmitirles mayor seguridad y tranquilidad.
Por medio de gritos, amenazas o promesas falsas no se conseguirá nada. Lo único que se consigue es que los niños se conviertan en personas débiles y con traumas, que perderán por completo el respeto a sus padres. Incluso puede que vivan con un profundo resentimiento hacia ellos.
Cuando una relación se vuelve enfermiza, cuando un padre o una madre utiliza el chantaje emocional de un modo intenso y pernicioso, algunos especialistas aconsejan medidas tan drásticas como alejarse del padre o la madre en cuestión. Se trata de una solución complicada, pero que puede suponer una mejor calidad de vida.
Antes de llegar a esa solución, una alternativa es la terapia psicológica. Si los padres e hijos están de acuerdo, sería bueno que los dos acudieran a un profesional de forma conjunta. El psicólogo puede hacer que los padres entiendan la necesidad de educar a sus hijos de una forma más saludable y con las herramientas necesarias para la difícil tarea de educar a un hijos.
Muchos padres acuden a terapia por los hijos, sin darse cuenta que son ellos mismos el problema. Y es que, es importante entender, que el hecho de ser padre, no significa que siempre tengas razón.
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