Podríamos dividir el mundo en dos tipos de personas, las que son capaces de reconocer sus errores y no tienen ningún problema en ofrecer sus disculpas cuando se dan cuenta de que han hecho algo mal y las personas que son incapaces de disculparse, ya sea por orgullo, por falta de habilidades sociales o porque no ven razón alguna para pedir perdón. Disculparse puede parecer algo trivial, pero es mucho más importante de lo que parece. Por eso es tan importante ser consciente de su relevancia y disculparnos cuando debamos hacerlo.
Está claro que si pides perdón es porque te has equivocado. Al menos, lo has hecho desde el punto de vista de la otra persona y ahora te toca a ti saber dónde y cuándo has cometido ese error, dar con él, disculparte por ello y aprender de ese error para que no se vuelva a repetir. Pedir disculpas es una forma más de humanizarnos, ya que nos permite reconocer dónde están nuestros límites y qué carencias tenemos, y cómo mejorar estos aspectos.
Por otra parte, pedir perdón nos ayuda a dejar atrás nuestros miedos y a mostrarnos de forma natural ante otras personas. Una de las claves para pedir perdón es ser humildes, olvidar el orgullo y dar lo mejor de nosotros para mantener las relaciones sociales que nos rodean. A medida que la relación tenga más años, más fácil es que aparezcan las diferencias. Sin embargo, nos será más fácil darnos cuenta de los errores que hemos cometido y tendremos más confianza para pedir perdón... y para que la otra persona acepte nuestras disculpas.
En este sentido, conviene recordar el papel del perdón como una herramienta que nos sirve para reencontrarnos con otras personas que en su día fueron importantes para nosotros y que fruto del tiempo y de ese desgaste que afecta a todas las relaciones se han ido separando de nosotros. Hay que destacar que no tiene por qué ser una separación física, es posible que sea una cosa emocional más que física. Aún así, el reencuentro emocional se notará en la mayor confianza que tendréis, la iniciativa en los planes o en las propias conversaciones.
Recuerda que si pides perdón es porque has herido a alguien, y lo más probable es que se trata de heridas emocionales o sentimentales, no físicas, de ahí que ese reencuentro pueda ser emocional y no físico. También conviene recalcar que al hacerle daño a una persona de nuestro entorno, por la que sentimos un gran afecto, también nos haremos daño a nosotros mismos ya que sufriremos al verla en esa situación.
Como bien sabrás, puedes pedir perdón de verdad o puedes disculparte de forma postiza, sin sentir lo que estás diciendo y sin reconocer tu error para tus adentros. Esta disculpa falsa no hará más que perjudicar tu imagen ante la otra persona, ya que probablemente captará que tu petición de perdón no es sincero, sino que se trata de algo forzado, fruto de las convenciones sociales, etc. En ese caso harás que la persona en cuestión sufra más, ya que además de no reconocer tu error la intentarás engañar.
En cambio, si eres capaz de pedir perdón con total sinceridad y demostrar tus sentimientos hacia la persona ante la que te disculpas estarás reparando su dignidad, reconociendo que el mal momento por el que pasan es fruto de tus (malas) acciones, no de las suyas. Una disculpa sincera también es la mejor forma de demostrar que no estás orgulloso de lo que has hecho, y que estás dispuesto a hacer lo necesario para que esa situación no se vuelva a repetir.
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