Emociones

Qué son y cuáles son las emociones secundarias

A la hora de hablar de emociones nos encontramos con dos tipos, las primarias y las secundarias. Las emociones primarias son reacciones naturales a los estímulos que nos rodean, y entre ellas se encuentran  la alegría y el interés, pero también el miedo, la ira o la tristeza. En cambio, las emociones secundarias no son innatas, sino que cada persona las va desarrollando a medida que crece. Se habla mucho de las emociones secundarias en los niños, pero van mucho más allá de la infancia, así que vamos a tratar de definir qué son las emociones secundarias y su función.

¿Qué son las emociones secundarias?

Los expertos coinciden en señalar que las emociones dependen de dos factores, los cambios físicos que experimenta nuestro cuerpo a partir de un estímulo determinado y la interpretación que cada uno hace a posteriori de estos estímulos. A partir de esta teoría se desarrolló una posterior en la que Schacter y Singer llegaron a la conclusión de que nuestros pensamientos pueden influir en nuestras emociones más de lo que creemos. Esto es porque pueden desencadenar una respuesta orgánica que vendrá acompañada de la liberación de unos neurotransmisores que activan una emoción determinada. Pues precisamente esas emociones fruto de la respuesta corporal a nuestros pensamientos son las emociones secundarias.

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Obviamente, no responde de la misma forma al mismo pensamiento un niño de 5 años que un joven de 20 o un adulto que se acerca a los 60, y eso es lo que marca la diferencia entre las emociones primarias y las secundarias. Mientras las emociones primarias se mantienen prácticamente inalterables durante toda la vida, las emociones secundarias provocadas por el mismo estímulo cambian según la edad a lo largo de nuestra vida.

Las emociones secundarias y sus funciones

Todo esto es más fácil si nombramos las diferentes emociones secundarias que existen: desprecio, complacencia, orgullo, placer, satisfacción. Como ves, se trata de emociones aprendidas, que no cumplen ningún tipo de función biológica adaptativa como hacen las emociones primarias. Aún así es muy interesante hablar de la relación entre ambos tipos de emociones, ya que a menudo las emociones secundarias actúan como una prolongación de las emociones primarias y esto es así tanto si nos encontramos ante emociones positivas como si nos encontramos ante emociones negativas, no importa.

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Uno de los problemas es que a la larga podemos llegar hasta el punto de enfermar. Por ejemplo, el miedo puede protegerte en un momento concreto pero a largo plazo puede desembocar en problemas de ansiedad, pánico o fobias difíciles de controlar. Algo parecido pasa con la tristeza, imprescindible para recuperarnos tras una mala situación pero que puede dar paso a una depresión o a que quien la experimenta sufra tendencias autodestructivas. También la alegría puede provocar placer o apego a largo plazo. Como vemos, las emociones secundarias se desarrollan con el tiempo y a través de la experiencia.

Entre los factores que afectan a las emociones secundarias están la cultura o las normas sociales de cada momento, que provocarán la aparición de unas u otras. Se trata de un tipo de emociones que aparecen junto a las primeras representaciones humanas de auto-conciencia, y entre sus puntos fuertes destaca su papel en el fomento del autoconocimiento y de la construcción de una identidad personal. Tienen un importante papel en la autoestima y en el concepto que cada uno tiene de sí mismo.

Aunque alguna de estas emociones secundarias pueda tener un aire o unos rasgos negativos, por ejemplo el desprecio o la vergüenza, es importante no reprimir las emociones y permitir que se manifiesten siempre dentro de unos límites.

La represión de cualquier emoción, primaria o secundaria, puede provocar debilidades emocionales y mentales, una falta de autoestima o de empatía y unos problemas de conducta que pueden manifestarse de muchas formas, todas ellas negativas, así que en vez de reprimirlas trataremos de reconducirlas, en especial en niños.

Fuentes consultadas:

  • Carbelo, B., & Jáuregui, E. (2006). Emociones positivas: humor positivo. Papeles del psicólogo27(1), 18-30.
  • Vigotsky, L. S. (2004). Teoría de las emociones: estudio histórico-psicológico (Vol. 230). Ediciones Akal.
  • Vivas, M., Gallego, D. J., & González, B. (2007). Educar las emociones. Dikinson.
Pau Sisternas

Graduado en Periodismo y comunicación por la Universitat de València. Postgrado en formación del profesorado de Español como Lengua Extranjera. Periodista, blogger, community manager, apasionado del deporte y atleta en mi tiempo libre. De Valencia, intento vivir de lo que más me gusta escribiendo en blogs. Aficionado a cualquier deporte, adicto a las series, creo que las películas se disfrutan más con palomitas. Aunque suene a tópico, a mi también me gusta leer, viajar y la buena comida.

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