Existen personas que se agobian enseguida y tiran la toalla y hay otras personas que siguen luchando hasta el final, hasta la última gota de sudor. Si bien es cierto que hay que pelear por aquello que deseas, lo cierto es que parar de vez en cuando, no es algo de lo que te tengas que arrepentir. Lo cierto, es que estas situaciones de estrés que vivimos en nuestro día a día, acaban perjudicándonos si no sabemos decir hasta aquí.
A nivel psicológico el hecho de saber parar y saber cuándo rendirse es mucho más difícil de lo que parece si en estos días que corren nos han enseñado que parar no es una opción. Aprendemos que tenemos que ponernos el turbo y si paramos nos quedamos atrás, si paramos se termina todo.... cuando lo cierto es que, parar es algo que está admitido. Podemos parar para coger fuerzas, o podemos para saber hacia dónde dirgirnos y coger carrerilla.
Es fácil cuando lo vemos como un viaje, y ¿qué mejor viaje que la vida en sí misma? Cada proyecto que tomamos, cada paso que damos y cada ilusión que tenemos forma parte de un camino. Imagínate un viaje largo en el que no hubiera paradas... seguramente nos cansaríamos tanto que no podríamos llegar al final. Como ya sabemos, la esperanza es lo último que debemos perder porque por muy oscuro que parezca el camino, si nos paramos a reflexionar veremos las cosas con otra perspectiva y disfrutaremos más de ese camino del que hablamos. Además, saber cuándo rendirse y cuándo descansar también nos ayudará a conocernos mejor a nosotros mismos porque todo esto nos ayudará a pensar con claridad y a perfilar nuestros objetivos.
La verdad es que solo tú puedes saber cuando parar, pero eso sí, tienes que ser sincero contigo mismo. No podemos ver las paradas como una derrota, sino interpretar el hecho de parar como un descanso para tomar aire, para mirar las cosas con perspectiva y poder mejorarla al siguiente intento. Si estás involucrado en un proyecto y no sabes si tienes que parar, puede que te ayude hacerte algunas preguntas.
Puede que haga mucho tiempo o puede que nunca hayas hecho una parada. Sabemos que el tiempo aprieta y que queremos aprovechar todo lo posible. Sin embargo, los descansos también son necesarios para que los proyectos salgan adelante. Además, tomar un tiempo en pensar, te ayudará a ver lo que realmente deseas, a tomar tus decisiones sin miedo y también a saber controlar aquello que deseas.
Este es un signo irrefutable de que necesitas un descanso. Cuando estamos mucho tiempo metidos en algo, vale la pena quitárselo un rato de la cabeza, porque entonces comenzamos a sentir ansiedad en nuestro día a día y el hecho de desconectar hará que podamos tomar las riendas del asunto. Entonces rendirás mucho mejor.
Si lo que haces no da sus frutos o no obtienes resultados será el momento para hacer una parada. Replantearte lo que estás haciendo y cambiar de método si este no funciona, será la mejor opción. No pienses que rendirse es de cobardes, sino de personas, solo estás haciendo todo lo posible para conseguir resultados. En caso de presionarte, sólo conseguirás mermar tu autoestima, añadirte más presiones de las que ya tienes y alejarte de tu felicidad por exigirte tanto. A veces es más inteligente reflexionar y coger impulso.
Uno de los contextos donde más evidente se hace la confusión entre rendirse o parar es en el amor y las relaciones. En ocasiones, queremos hacer todo para que una pareja funcione, pero mientras nos dejamos la piel, nos vamos desgastando y esto puede traernos un gran malestar. Vivimos en una profunda infelicidad y no nos dejamos abandonar, pero la verdad es que, es en estos momentos cuando parar es la mejor opción aunque no lo queramos ver.
A veces, cuando una relación está quemada, nos ponemos de excusa que no queremos rendirnos. Luchar por una relación es algo preciso, pero engancharnos y darnos golpes contra la pared, es algo que no nos hace nada bien. En la vida normal si nos tropezamos cambiamos de camino, pero en el amor, seguimos en el agujero hasta que no nos quedan fuerzas.
Aunque es complicado, hay que aprender a distinguir cuando hemos hecho todo lo que podíamos y seguimos siendo infelices. Entonces, deberemos armarnos de valor y dejarlo ir. Y es que, cuando algo no nos hace felices tenemos que dejarlo ir. Se trata de un ejercicio que no resulta fácil, porque nuestro cerebro no se acostumbra fácilmente a los cambios, pero insistir ya no es la solución.
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