Uno de los principales objetivos que se plantean desde la educación emocional es el desarrollo de la empatía, es decir, la capacidad que desarrolla una persona de ponerse en el lugar de otra y de comprender sus sentimientos. La empatía no es una habilidad innata, sino que la vamos adquiriendo poco a poco a medida que interactuamos con la sociedad. Por ello, se trata de una capacidad fundamental para el ser humano, porque determina en gran medida la calidad de sus relaciones sociales.
Pero, ¿qué pasa cuando alguien es demasiado empático?. ¿Es bueno sentir empatía por todo el mundo o es mejor disponer de una empatía selectiva? Ser demasiado empático puede tener consecuencias negativas. Te contamos el por qué.
Según el psicólogo Daniel Goleman, la empatía forma parte de la inteligencia social, formada por dos elementos: la conciencia social (que es todo aquello que sentimos sobre los demás, y la aptitud social (que es lo que hacemos con la conciencia social). Aunque la empatía es una cualidad positiva, si la desarrollamos de una forma excesiva podemos correr ciertos riesgos, uno de ellos, es el riego a vernos emocionalmente vulnerados por las circunstancias.
De esta forma, y empleando una metáfora, podríamos decir que las personas que desarrollan la empatía en exceso se convierten en esponjas de las emociones de los demás. Y es que éstas están dispuestas a escuchar a los demás pero, se suelen quedar muy afectadas por los problemas que otros les cuentan.
Las personas demasiado empáticas también caen en el error de dedicar mucho tiempo y emplear mucha parte de su energía ayudando a los demás. De hecho, suelen anteponer las necesidades de los demás a las suyas propias y se muestran siempre disponibles para el resto, desatendiendo de esta forma sus propios problemas.
Sin embargo, la consecuencia más grave que puede traer el hecho de ser una persona demasiado empática, es que se justifiquen y se antepongan las emociones y motivaciones de los demás, sobre las propias motivaciones, la cual supone una práctica muy peligrosa, ya que puede llevar a la persona que es demasiado empática a sufrir una desconexión emocional, en su lucha por solucionar los problemas de los demás.
En exceso de empatía hacia los demás podría provocar que las personas de nuestro entorno dejaran de sentirse libres para expresarse, incluso, podría herir su confianza, según reconoce la psicóloga Marcia Reynolds en un artículo académico publicado en la revista Psychology Today.
En opinión de esta experta, el hecho de confundir la habilidad de la empatía con una excesiva emocionalidad hacia los demás es algo negativo, porque nos hace ser dependientes de los estados de ánimo de los demás.
Por ello, Reynolds reconoce que lo mejor que se puede hacer para no excederse en el terreno de la empatía es ejercer el distanciamiento psicológico con los demás, es decir, crear un espacio seguro entre uno mismo y los demás, con la finalidad de que cada uno pueda identificar y comprender lo que sienten los demás, pero sin correr el riesgo de verse reflejado en ellos.
En este sentido, según esta experta, el distanciamiento psicológico es la mejor estrategia para tomar distancia de una situación determinada, y es también la técnica que nos permite observar las situaciones desde un enfoque general y menos subjetivo.
En opinión de esta conocida psicóloga, ser empático sí, pero guardando cierta distancia. Es decir, estar siempre abierto a entender los sentimientos y las razones de los demás, pero dejando siempre un espacio seguro que nos proteja.
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