Desde que nacemos, los seres humanos tenemos la tendencia a desarrollar una serie de vínculos específicos con otras personas de nuestro entorno. Se trata de relaciones afectivas que surgen desde la infancia , y que marcan la manera que tendremos de relacionarnos más adelante con otras personas.
El primer psiquiatra que habló de la Teoría del Apego fue John Bowlby, quien utilizó esta teoría para explicar por qué las relaciones que mantienen los niños desde la infancia con su familia y cuidadores influyen de forma directa sobre su desarrollo psicológico posterior.
Según la Teoría del Apego, las experiencias que vivimos durante la infancia a través de nuestra vida familiar son de suma importancia para nuestro funcionamiento y comportamiento emocional cuando llegamos a la edad adulta.
El apego es, por lo tanto, todo lazo emocional afectivo que surge entre dos personas que, de forma voluntaria, deciden mantener la cercanía o el contacto. Por lo tanto, todos los seres humanos tenemos la capacidad de sentir apego a lo largo de toda nuestra vida.
Una de las cuestiones que desvela la Teoría del Apego de Bowlby, es que no todos nos relacionamos de la misma forma con los demás, porque nuestras vivencias nos marcan el tipo de relación que deseamos mantener con otras personas.
La científica Mary Ainsworth fue quien se encargó de ampliar la Teoría del Apego de Bowlby, investigando acerca de la relación que mantienen los niños con sus cuidadores, pero agregando la situación extraña, es decir, el hecho de añadir a una persona extraña para el niño en el contexto de una relación madre-hijo.
Tras esta investigación, Ainsworth llegó a la conclusión de la existencia de tres tipos de apego en la infancia:
Se trata del apego que se genera cuando un niño se siente protegido y querido por su entorno. Por ello, aunque el cuidador se ausente, el niño vuelve pronto a recuperar la confianza de que éste regresará.
Es el apego típico de los niños que se angustian cuando viven una separación de su madre o cuidador, y viene propiciado cuando los niños no disponen de su madre o cuidador el tiempo suficiente.
Los niños que desarrollan este tipo de apego sienten desconfianza. Este apego es el resultado de que el cuidador o la madre dejen de atender las necesidades del niño constantemente.
Los tipos de apego que describió Mary Ainsworth están centrados en la infancia, y se generan entre el niño y la madre o su cuidador. Sin embargo, en la edad adulta, estos tipos de apego cambian a medida que la persona genera su propio pensamiento, y por lo tanto, también, sus propias relaciones interpersonales.
Se calcula que un 50% de la población experimenta este tipo de apego, caracterizado por no tener una excesiva preocupación a ser abandonado por el entorno.
Las personas que tienen este apego suelen confiar en los demás, y son capaces de mantener relaciones de equivalencia con sus iguales. También son personas con una buena autoestima, que tienden a preservar su independencia.
Las personas que experimentan este tipo de apego en la edad adulta suelen tener problemas a la hora de confiar en los demás. Se trata de personas que buscan un contacto más superficial porque se sienten incómodos en el contexto de una relación íntima.
Con este tipo de apego, la persona tiende a pensar que su entorno no lo valora como realmente se merece, por ello, actúa con cierta inseguridad en sus relaciones, sobre todo en las relaciones más íntimas y profundas.
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