El miedo es una emoción curiosa, que nos protege de muchos peligros pero a que a la vez nos crea otros tantos. Se trata de algo que sentimos para que nos ayude a sobrevivir, así, no nos pondremos delante de un león gracias al miedo, y eso nos puede salvar la vida. Sin embargo, cuando el miedo se descontrola aparecen las fobias, y en algunos casos, como en las fobias alimentarias, esto puede perjudicar a nuestra salud.
Es bastante común que no nos guste un plato determinado. Puede que a alguien no le guste el sabor del pepino por ejemplo, o que a otra persona no le gusten los plátanos. La verdad es que son cosas que entran dentro de lo normal. Sin embargo, a veces sentimos cierta aversión a probar algunos alimentos y afirmamos que no nos gustan aunque no los hayamos probado. En este caso podemos hablar de fobias, de las alimentarias. Existen varios tipos de fobias alimentarias, y como en todas las fobias algunas son más nocivas que otras, y en cuanto a su origen puede estar en diversas situaciones.
En general, las personas que sufren las fobias alimentarias asocian el alimento determinado con la sensación de peligro. Puede ser que en otras ocasiones le haya sentado mal, que hayan tenido pesadillas o que se le haya insistido mucho en comer cuando eran pequeños y asocian este acto con un profundo malestar.
Una de las consecuencias más graves de las fobias alimentarias es que, si son graves, pueden interferir en el hecho de mantener una alimentación saludable, por lo que, también puede interferir en la salud del que la padece. Se trata de un asunto importante que puede tener consecuencias muy nocivas, por lo que vale la pena conocer más acerca del asunto para tratarlas de mejor modo.
Existen varios tipos de fobias alimentarias, en general las podemos dividir en dos grupos. Por una parte, encontramos la neofobia y por otra la fagofobia. Se trata de dos trastornos muy diferentes pero que entran dentro de la categoría de fobias alimentarias.
Se trata de la fobia alimentaria más común y se describe como el miedo a probar alimentos nuevos. Normalmente, suelen ser verduras o pescados y su origen está en diversas causas. Desde pesadillas hasta un factor genético, son varios los orígenes que pueden causar a una persona neofobia.
La fagofobia suele ser más grave que la neofobia, y es que no se centra en ningún alimento en concreto, sino que se basa en el miedo a tragar, o más bien, a atragantarse. Se trata de un temor, que como cualquier otro miedo nace en el cerebro, y se origina a raíz de un atragantamiento, y de ahí que se empieza a desarrollar esta fobia.
Normalmente, las fobias alimentarias vienen vinculadas con las fobias infantiles, por eso, al tratarse de una persona que no tiene tanta capacidad de razonamiento como un adulto, es importante que no presionemos para comer, pues puede hacer que el miedo se acrecente y que posteriormente el tratamiento de la fobia en cuestión sea más complicado de llevar a cabo.
Lo importante para poner fin a una fobia alimentaria es por ejemplo que el niño vaya comiendo poco a poco, para ello, se puede intentar hacer una actividad divertida, algo que le guste al niño para que relacione la ingesta de un alimento con algo bueno. También se le puede dar a probar solo un bocado, para que se de cuenta de que no pasa nada y no supone ningún peligro.
En definitiva, deberemos armarnos de paciencia e intentar que la experiencia de la comida sea lo más placentera posible, y así, poco a poco ir perdiendo el miedo y superar de esta forma, las fobias alimentarias.
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