Todos conocemos la emoción del miedo, la hemos sentido más de una vez y de diversas formas. Podemos sentir miedo cuando es de noche y alguien nos persigue por la calle, o cuando oímos un ruido de madrugada en una casa en la que estamos solos. También sentimos miedo cuando nuestra pareja nos dice que nos quiere dejar y también nos invade la emoción negativa del miedo si perdemos a un ser querido. El miedo es una emoción intensa, que se manifiesta en los peores momentos. Es en este momento en el que nos preguntamos dónde nace el miedo, es decir, cuál es la parte de nuestro cuerpo en la que se origina. Pues bien, el miedo nace en el cerebro ya que es este el lugar en que se produce la recepción de información de todo lo que sucede a nuestro alrededor.
Nadie quiere tener miedo, sin embargo, se trata de una emoción que, aunque nos produce una sensación negativa, nos ayuda a adaptarnos al entorno. Y es que el miedo es lo que nos impide meternos por ese callejón oscuro, o lanzarnos por ese acantilado sin protección. Por tanto nos encontramos ante una relación compleja entre el miedo y el cerebro porque el miedo no es otra cosa que una respuesta ante un estímulo que hemos recibido. El problema es que, a veces el miedo se nos va de las manos. Las fobias o la ansiedad tienen mucho que ver, y la emoción adaptativa se transforma en un impedimento para seguir nuestra vida. El miedo se adueña de nosotros y no nos deja vivir.... pero, ¿cómo funciona este proceso?
Una de las estructuras que se encuentran en nuestro cerebro recibe el nombre de amígdala, y está conectada con nuestras emociones. Se trata de una estructura que parece una pequeña almendra y que ha estado presente en los mamíferos desde hace millones de años. Esto constante la importancia de su misión, ya que la amígdala influye en nuestras emociones y en nuestra forma de adaptarnos al ambiente.
Estudios con animales en laboratorio han demostrado como un pequeño estímulo en la amígdala basta para desatar el pánico. La amígdala se conecta con otras zonas del cerebro, ya que, el miedo no se sitúa en un lugar en concreto, sino que se trata de una respuesta de todo nuestro sistema neuronal. De hecho, se ha demostrado que, las personas que tienen una lesión en esta estructura en forma de almendra, tendrán reacciones muy dispares y curiosas ante el miedo. Se trata de la encargada de gestionar nuestras emociones y de enviar las señales a las distintas partes de nuestro cerebro.
Una de las grandes preguntas que nos realizamos acerca del miedo, es si los miedos son innatos o los aprendemos a raíz de la experiencia. Está claro que hay situaciones en las que el aprendizaje juega un papel fundamental, como todo en esta vida. El caso es que, resulta interesante averiguar, si realmente todo lo aprendemos, o algo lo heredamos. Por eso, es tan importante sanar nuestras heridas emociones cada cierto tiempo. Esto es muy importante, ya que así deshacernos de nuestros peores miedos para conseguir nuestros sueños.
Para los científicos que se hicieron esta pregunta era fácil. Realizaron un experimento en el que utilizaron una tarántula como estímulo primario del miedo. Para medir las reacciones de los participantes, utilizaron el electroencefalograma, un escáner con el que se puede medir las reacciones en el cerebro. Los resultados ofrecen unos datos de lo más curiosos. Está claro que los sujetos mostraron miedo hacia la tarántula, sin embargo, la intensidad no dependía de lo lejos o cerca que estuviera el estímulo, sino de si se alejaba o se acercaba hacia ellos. La alerta se enciende en la amígdala, incluso para aquellos sujetos que afirmaban no tener miedo a las arañas.
Es importante conocer dónde nace el miedo y hacia donde se dirige. Para explicarlo, será mejor utilizar un ejemplo. Imagínate que vas andando por el bosque y observas un animal peligroso. El miedo se activa en tu cerebro, antes incluso de ser consciente del peligro, y es tan rápido precisamente, para poder esquivar la amenaza.
Se trata de un sistema que puede salvarte la vida. En ese momento se activa un circuito en el cerebro que hace que nos mantengamos alerta y podamos hacer frente al peligro. Es entonces cuando se desencadenan las respuestas de lucha o huida. Si el miedo se convierte en patológico, y las reacciones se producen ante estímulos que no figuran, entonces es cuando surge un problema.
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