Emociones

Cuando la ira invade tu mente

Una de las emociones más peligrosas a las que nos podemos enfrentar es la ira sin lugar a dudas. No es una emoción convencional, que despierta un sentimiento en nosotros, sino que es una emoción controladora. En cierto modo, la ira invade nuestra mente, y actuamos movidos única y exclusivamente por esa ira, lo que por norma general tiene consecuencias nefastas tanto para nosotros como para los que nos rodean. Por eso es importante saber cómo controlar la ira al igual que conocer todas sus características.

Qué es la ira

Cuando hablamos de ira nos referimos a una emoción básica, es decir una de los principales tipos de emociones de carácter universal, aunque en este caso nos encontramos ante una emoción negativa en toda su esencia. En el apartado positivo nos encontramos con que la ira facilita la aparición de conductas de defensa-ataque, que además se ven vigorizadas, y regula las interacciones sociales. De esta forma, se convierte en un elemento más para nuestra supervivencia como especie. Al ser universal, cualquier persona puede ser víctima de la ira. De hecho, enfadarse no solo es algo normal, es una acción necesaria para nuestro desarrollo como personas dentro de una sociedad.

Roman Samborskyi|| Shutterstock

Sin embargo los problemas derivados de la ira llegan cuando este enfado es demasiado frecuente o llega a alcanzar unas dimensiones desproporcionadas. Ahí es cuando aparece la ira realmente. Nos vemos ante situaciones frustrantes o adversas, ante las que no podemos hacer nada, y tiene grados. Es un momento complicado, porque de entre todas las fases que componen el enfado, podría decirse que la primera de ellas, ese momento fuerte de disgusto se prolonga más de la cuenta. El más leve no supondrá muchos problemas, pero la furia extrema aparece con cambios fisiológicos y biológicos, como un aumento del pulso y la presión o un incremento de la energía.

Cómo controlar la ira

Una de las estrategias más efectivas para controlar la ira es, sin lugar a dudas, el uso de algunos tipos de meditación que calmarán nuestra mente o también estrategias destinadas a la relajación que podemos aplicarnos a nosotros mismos. Entre las más eficientes están el respirar de forma profunda, desde el diafragma, lo que estimula la relajación. Repítete palabras como relax o calma, o incluso puedes visualizar imágenes que te resulten relajantes. De esta forma, tus músculos dejarán atrás esa tensión que te encoleriza y produce tu ira, y por descontado tu alma volverá a la paz que le corresponde y te sentirás mucho más tranquilo/a. Eso sí,sigue practicando día tras día estos ejercicios. Eso sí, como consejo para incorporar la meditación a tu día a día, procura establecer un horario que proporcione cierta rutina a tus ejercicios. No solo en momentos críticos cuando aparece la ira.

Sayan Puangkham || Shutterstock

Cuando estamos en plena discusión y la ira ha hecho acto de presencia, hay que esforzarse en busca de una buena comunicación. Esto pasa, en primer lugar, por reducir una marcha y antes de abrir la boca tomarte unos segundos para valorar bien tu respuesta. Debes escuchar atentamente qué te está diciendo la otra persona, analizar su mensaje y responder de una forma lo menos violenta posible a tu interlocutor. Si eres capaz de medir tus respuestas, si eres capaz de controlar y gestionar tus emociones, tus impulsos e impidiendo que la ira te domine, podrás tomar las riendas de la discusión.

En esas situaciones muchas veces nos veremos obligados a cambiar nuestro modo de pensar, de ver las cosas. Hay que ser conscientes de que el enfado no nos servirá de mucho, sino que empeorará nuestro estado. Nos sentiremos el sentimiento de culpa nos perseguirá a toda costa y el problema no se solucionará ya que en la mayoría de casos tomaremos la peor decisión. Hay que tener sentimientos positivos, y plantearnos si lo que muchas veces entendemos como una exigencia no debería ser en realidad un deseo. Quizá así no te enfades tanto y las apariciones de la ira sean cada vez menos frecuentes.

Peshkova || Shutterstock

Por último hay que valorar si es mejor buscar la solución del problema en sí o la forma de enfrentarlo. Aunque parezca lo mismo, no lo es. No todos los problemas tienen solución, o esta no siempre está a nuestro alcance; y la imposibilidad de solucionarlo nos provoca esa ira que queremos evitar. En cambio, si en vez de la solución para atajarlo buscamos un método para encararlo será más fácil convivir con ese problema a nuestro alrededor, estaremos menos tensos y al irá no hará su aparición.

Pau Sisternas

Graduado en Periodismo y comunicación por la Universitat de València. Postgrado en formación del profesorado de Español como Lengua Extranjera. Periodista, blogger, community manager, apasionado del deporte y atleta en mi tiempo libre. De Valencia, intento vivir de lo que más me gusta escribiendo en blogs. Aficionado a cualquier deporte, adicto a las series, creo que las películas se disfrutan más con palomitas. Aunque suene a tópico, a mi también me gusta leer, viajar y la buena comida.

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