“La venganza es un plato que se sirve frío”, “quien ríe el último ríe mejor”... No son pocas las citas o frases célebres que nos presentan la venganza como un sentimiento positivo y legítimo algo que nos puede conducir al error. ¿Realmente es tan interesante la venganza? A la hora de valorar todos los sentimientos que podemos experimentar los seres humanos, es probable que la venganza sea el peor de los sentimientos -si no es así, está entre los tres peores-, así que parece difícil creer en ella como algo que nos aportará satisfacción.
Más de una vez hemos explicado en Refugio del Alma que una de las claves para pasar página es olvidar a esa persona que nos ha dañado, borrarla de nuestra vida y seguir nuestro camino. Algo que a todas luces choca con el deseo de venganza, un sentimiento que no hace más que reabrir nuestras heridas. La explicación de este sentimiento negativo es simple, es el camino fácil: es mucho más cómodo y rápido planear nuestra venganza que pasar página y olvidar a esa persona que nos ha hecho daño, sin saber que estamos dañando a nuestra autoestima, porque estamos actuando en contra de nosotros mismos.
Pero más allá de reabrir las heridas, tu sed de revancha hará que las energías negativas y los malos pensamientos pasen a dominar tu día a día, y acabarán controlando comportamiento. Hablamos de emociones tan perjudiciales como la rabia, el rencor o la ira; tres tipos de emociones que entrarían en el capítulo de emociones negativas y que nos afectan de forma muy perjudicial, por ejemplo haciendo que nos sintamos más estresados en el día a día y, por tanto, aumentando nuestra vulnerabilidad.
Emocionalmente, la venganza te hará entrar en un círculo vicioso del que es muy difícil salir: por una parte, la sed de venganza te aportará energía para centrarte en esa venganza, pero por otra parte ese mismo deseo de venganza es emocionalmente agotador, ya que consume más energía de la que nos aporta. Esto da lugar a un intenso malestar emocional, ya que en vez de disfrutar de ella como erróneamente creemos estamos sufriendo en nuestras propias carnes nuestra venganza. Pero ese no es el único problema que nos genera la venganza.
Nos guiaremos por comportamientos poco éticos guiados por esa ansia de revancha, pudiendo causar grandes daños a quien sufre nuestra venganza. Pero quizá, lo peor de la venganza es que una vez la hemos consumado nuestro deseo de venganza nunca se sacia, muy pocas veces nos sentimos tan satisfechos como imaginábamos. Es más, tarde o temprano descubrirás que en vez de sentirte mejor te sientes peor, y es posible que aparezcan sentimientos como el odio o el desprecio hacia ti mismo y tus acciones.
Es más, cuando se te pase el calentón y reflexiones en frío sobre lo que has hecho verás que esa justificación de tus actos que antes te servía como la excusa perfecta para maquinar tu venganza no es una coartada tan sólida como te parecía cuando te movías guiado por el odio y la rabia y el resentimiento. Es más, puede que te cueste reconocer lo que has hecho como un acto tuyo.
De vuelta a la frase con la que empezábamos, ¿de verdad es la venganza un plato que se sirve frío?
No parece que sea así, ya que como hemos visto la sed de venganza nos dominará, dejando que nos guiemos por esos sentimientos y emociones negativos en busca de una revancha que en ningún caso serviremos en frío, por muy bien planificada que esté desde nuestro punto de vista. Como dijo Goethe, “La venganza más cruel es el desprecio de toda venganza posible”, y esa es una máxima que debemos valorar cuando se despierten esos sentimientos en nuestro interior.
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