Todos conocemos las emociones primarias del ser humano, y es que, todos hemos sentido alguna vez sorpresa, hemos estado tristes, algo nos ha dado asco o nos hemos enfadado furiosamente. También sabemos cómo se siente cuando la alegría te invade, ya que a todos nos gusta estar alegres y a nadie estar tristes. Sin embargo, la sorpresa es una emoción que tiene muchas peculiaridades y de ella vamos a hablar en las siguientes líneas.
Entre las emociones positivas y las negativas, está la sorpresa, una emoción neutra. Otra particularidad de la sorpresa se encuentra en su fugacidad. Mientras que el resto de emociones son independientes, podemos hablar de la sorpresa como la antesala de otra de nuestras emociones. Por ejemplo, si nos dan una fiesta sorpresa por nuestro cumpleaños, la emoción de la sorpresa durará un instante, para luego pasar a sentirnos alegres. Sin embargo, si nos dan una mala noticia que no esperamos, como que nos hemos equivocado de día para un examen, seguramente esta emoción dé paso a un sentimiento melancolía o incluso de ira.
Como ya hemos dicho la sorpresa es la emoción más breve que existe y es que, aparece y desaparece con la misma rapidez. Pero, ¿ante qué situaciones podemos sentir sorpresa? Seguro que si lo pensamos no es complicado imaginarse situaciones en las que la sorpresa puede visitarnos. Normalmente, surge ante situaciones novedosas, por eso, cualquier acontecimiento inesperado hace que aparezca.
Por otra parte, en nuestra cabeza sentimos una incapacidad absoluta de controlar la situación. El caso es que, ante un estímulo de este tipo no sabemos que hacer, y eso que se presenta con cierta urgencia. Al sentirnos sorprendidos será crucial la valoración que haremos de nosotros mismos para afrontar la situación, ya sea una sorpresa grata o todo lo contrario.
Absolutamente todas las emociones que sentimos son prácticas. Hablamos de emociones positivas, negativas y de la sorpresa que como hemos comentado, es neutra. Sin embargo, estas valoraciones nada tienen que ver con lo necesario que es sentirlas, sino cómo las experimentamos. Y es que, cada persona necesita sentir todas y cada una de estas emociones básicas, para sobrevivir.
Por decirlo de otra forma, gracias a la tristeza nos conocemos mejor a nosotros mismos y entablamos relaciones. Gracias al miedo nos protegemos de ciertos peligros evidentes, y gracias al asco podemos evitar comidas venenosas. Entonces, ¿cuál es la función de la sorpresa?
La respuesta es simple. Lo que hace la sorpresa es darnos tiempo para asimilar lo que está pasando. Cuando algo novedoso irrumpe en nuestra vida, el cuerpo reacciona y las emociones se disparan. Pues bien, la sorpresa es ese intermediario que nos permite controlar la situación. Gracias a la sorpresa podemos prestar atención y poner todo nuestro interés en saber cómo afrontar esa circunstancia inesperada, sea cual sea.
Como ya hemos dicho, la sorpresa nos ayuda a poner todos los recursos para afrontar la situación ante la que nos encontramos. Esto lo hace fundamentalmente con el efecto "mente en blanco". Nos quedamos un tiempo parados, sin saber qué hacer y preparándonos para reaccionar.
Entre todo lo que pasa en nuestro cuerpo destaca la llamada cara de sorpresa, caracterizada por unas pupilas dilatadas. Pero también se revolucionan nuestras neuronas, donde observamos un incremento de su actividad. Gracias a la sorpresa podemos mejorar nuestros recursos atencionales y explorar cómo vamos a reaccionar ante tal situación. Nuestro cuerpo se pone en alerta y es capaz de encontrar la mejor solución con todo nuestro organismo trabajando para ello.
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