Hoy en día vivimos pegados a nuestro teléfono móvil. Ligamos, compramos, nos relacionamos e incluso estudiamos por Internet. No nos hace falta el contacto físico, y la vida social se centra en las redes sociales. Cada uno de nosotros dispone de al menos un perfil en Facebook, Instagram o Twitter. Por medio de estas redes damos a conocer una parte de nosotros mismos y por tanto de nuestra forma de ser. A partir de este punto es donde radica la influencia que tienen las redes en nuestras emociones y en lo que sentimos. Nuestras emociones se dejan entrever por lo que publicamos pero también por lo que no publicamos.
Así, pasar tiempo en las redes sociales afecta a nuestras emociones, y no de forma positiva precisamente. Seguro que a más de uno le suena la parte en la que nos pasamos horas mirando antiguos compañeros de colegio con vidas mejores que la nuestra. O ese ex que ahora tiene una familia mucho mejor. La vida en las redes sociales no es real, es solo una parte exagerada de la felicidad de cada uno.
Es así, como las redes sociales controlan nuestras emociones porque nos hemos creado un mundo virtual, donde las personas mienten deliberadamente, retocan sus fotos y pasan sus viajes contando likes en lugar de disfrutar del momento.
Aunque las redes sociales pueden ser instrumentos útiles en una gran cantidad de ocasiones, lo cierto es que, para ciertas personas, resultan altamente perjudiciales. Se trata de personas que tienen gran dependencia a las redes y que influyen negativamente en su autoestima.
Muchos son los que buscan un baño de likes en las redes sociales. Subir un selfie y esperar comentarios positivos es algo que más de uno ha pensado. El problema surge cuando la adicción a estos pulgares hacia arriba se desata y necesitamos de todo esto para poder seguir con nuestra vida.
El uso de redes sociales como Facebook o Instagram está muy relacionado con la baja autoestima. Si bien es cierto que son herramientas que podemos utilizar de forma muy positiva, también pueden ser muy perjudiciales si lo usamos para realzar nuestra autoestima.
Sentirnos aprobados por los demás es como una droga, y en las redes sociales es más fácil que nunca. Un like, una lista de amigos que crece o un comentario agradable. Son falsas formas de aprobación que no llevan a ningún sitio.
En este sentido, las redes sociales pueden suponer un alivio momentáneo. Como ese cigarro que nos calma la ansiedad o ese chute de heroína del adicto al caballo. Son remedios que nos satisfacen a corto plazo pero nos mina aún más nuestra autoestima.
Y aunque a nadie le disgusta un like, ni todo el mundo que usa las redes sociales tiene baja autoestima o es adicto, no hay nada como una sonrisa de alguien que te mira a la cara. Es fácil refugiarse en la aprobación de los demás en las redes sociales porque se venden muy gratuitamente, pero un abrazo en el momento justo vale demasiado.
De hecho, las personas que padecen depresión o ansiedad, se les recomiendo que mantengan contacto físico. Las redes sociales pueden distraer un rato, pero no hay nada como una mirada de otra persona para encontrar la calidez humana.
No es que las redes sociales sean malas ni que haya que evitarlas. Son útiles para una gran cantidad de situaciones. Pero en el momento en el que estamos más pendientes de ellas que de nuestro día a día, deberemos replantearnos cómo nos están afectando.
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