Nuestro lenguaje corporal y la forma en la que nos expresamos, a veces dicen más de las propias emociones que lo que nosotros mismos podemos llegar a contar. Si observas con atención a los que te rodean, puedes obtener una valiosa información sobre su estado anímico sin necesidad de una profunda conversación previa. Tal vez interpretando sus expresiones puedas ayudar.
Es cierto. La manera de caminar o de sentarnos, los gestos, la mirada o el tono de voz, nos delatan. Muchas de nuestras expresiones cotidianas son totalmente espontáneas e inconscientes. No las controlamos y, sin saberlo, hablan claramente de nuestras emociones.
La alegría, la tristeza, el enfado, el miedo o el rencor son emociones reconocibles a través de lenguaje verbal y corporal y tú puedes saber, con bastante certeza, en qué plano emocional se encuentra una persona si observas y analizas eso que te está diciendo casi sin palabras.
No importa que se trate de emociones positivas o negativas. Cualquiera de ellas tiene expresiones particulares, que hacen que demos señales de cómo nos encontramos sin ser conscientes de ello.
Una persona feliz trasmite su alegría y paz interior sin proponérselo. Sonríe con frecuencia, los músculos de su cara no reflejan tensión alguna y hasta camina relajada y con ligereza. Muy diferente es, en cambio, la expresión de alguien cuyo estado emocional es de enfado. La tensión se nota en el rostro, tal vez tenga los puños cerrados y seguramente su tono de voz, elevado, cortante y recurriendo a palabras que recriminan y agreden, son la viva expresión de esa emoción intensa que puede llegar a transformarse en un sentimiento de odio.
Otras emociones son más “sutiles” a la hora de expresarse y dejarse entrever. Por ejemplo:
Es una emoción llena de matices. Algunas señales que la delatan son fácilmente reconocibles: moverse constantemente, morderse las uñas, hablar deprisa casi siempre con frases entrecortadas, consultar constantemente el reloj (o el móvil)… es fácil leer en estas expresiones, pero, en ocasiones, la ansiedad no se puede identificar de forma tan evidente. Esta emoción puede llegar a bloquear a la persona, incluso a tensar su musculatura de tal manera que se mueva con dificultad, sobre todo si va acompañada de otra emoción negativa como es el miedo. Sudores fríos, palpitaciones, respiración acelerada o entrecortada pueden ser signos legibles de estas potentes emociones que siempre hay que intentar superar.
Puede tratarse de desconfianza hacia los demás o hacia el entorno y también de escasa confianza en uno mismo, algo que lleva irremediablemente a la baja autoestima. En cualquier caso, esta emoción tiene expresiones reconocibles. “No puedo”, “no creo”, “no quiero” ,"no espero"… tanto “no” indica claramente que las emociones negativas prevalecen. Por otra parte, alguien que no confía en sus propias posibilidades, se siente inseguro, no suele mirar a los ojos de los demás y es muy probable que también tienda a estar con los brazos cruzados, estableciendo, con esta postura, una sutil barrera entre él y los demás.
La tristeza y la melancolía tienen también su particular lenguaje. La mirada ausente o incluso el hecho de permanecer con los ojos cerrados estando despiertos son señales de estar a disgusto con lo que se ve. La tristeza es una emoción intensa, que se plasma en nuestro cuerpo e impregna nuestras palabras. Tono de voz bajo, pausado y neutral, posturas corporales como replegarnos en nosotros mismos al sentarnos, agachar la cabeza o andar con desgana, como si los pies pesasen… son señales propias de esa emoción que puede leerse en la cara y en los gestos de quien la sufre de manera evidente, aun en ausencia de esas lágrimas que con frecuencia la acompañan.
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