Miedo, ira, confianza, amistad, vergüenza, envidia, compasión, desprecio, alegría, tristeza, sorpresa, disgusto... No son pocas las emociones que sentimos, que según a qué experto tomememos como referencia serán más o menos, pero en todas ellas hay una serie de factores que componen las emociones. Son los factores fisiológicos, los factores cognitivos y los factores neurológicos. Todos ellos tienen un papel muy importante en el desarrollo de la emoción, y como consecuencia en el sentimiento que generan y en nuestra reacción.
Ya sabemos qué son las emociones, una respuesta a un estímulo y dentro de esas reacciones es cuando aparecen los factores fisiológicos de las emociones en nuestro cuerpo. Un cambio producido en nuestro cuerpo, con un componente neurovegetativo; y se trata de unas reacciones que no podemos controlar. La respuesta fisiológica del cuerpo ante una emoción aparecerá sí o sí, sobre todo si se trata de una emoción negativa, porque entonces la cosa se complica. Es decir, cuando tratamos de ocultarlas y reprimimos las emociones para disimular lo que ronda en nuestro interior, se provoca también un cambio conductual, lo que añade más complejidad a la emoción.
Es imposible nombrar todos los factores fisiológicos que intervienen en las emociones, ya que ante el mismo estímulo cada persona responde de forma diferente. Es más, un misma persona puede tener una distinta respuesta fisiológica al mismo estímulo, pero entre estos factores fisiológicos de las emociones encontramos la sudoración, la taquicardia, los temblores o la adrenalina. El estímulo hace que el sistema nervioso simpático aumente el tono muscular y el latido del corazón, pero cuando pasa el estímulo el sistema parasimpático vuelve a tomar el control y nos calmamos.
Si los factores fisiológicos eran incontrolables, a la hora de definir los factores cognitivos de las emociones entra en escena el cómo la percibimos, lo que acaba modificando nuestra experiencia subjetiva. Muchas veces realizamos un filtrado consciente y otro inconsciente en paralelo, y esta vivencia subjetiva de las emociones da lugar a las emociones. Sin embargo hay un escenario en el que no somos incapaces de interpretarlas: la alexitimia o imposibilidad de nombrar sentimientos y emociones.
Es muy importante destacar que quienes padecen la alexitimia sí que sienten las emociones, pero no son capaces de entenderlas y nombrarlas. Se trata de una falta de lenguaje que da lugar a lo que algunos expertos denominan como ceguera emocional, que dificulta a la comprensión de sus propias emociones a quienes las experimentan. Un problema que se soluciona a través de la educación emocional desde niños, pero en el caso de los adultos será mucho más complejo. Esta técnica nos ayudará a interpretar tanto nuestras emociones como las ajenas y a convertir esas emociones en palabras con las que explicarlas.
Ya hemos mencionado brevemente los cambios conductuales, esos cambios en el comportamiento que se producen cuando queremos ocultar alguna de las emociones que sentimos o los sentimientos que nos provocan las emociones. Pues bien, el último factor de las emociones que nos queda por ver es el factor neurológico, los cambios de conducta provocados por ese estímulo que ha dado paso a una emoción y esta, a su vez, ha hecho lo propio con un sentimiento. Por eso, es tan importante conocer la diferencia entre emociones y sentimientos, porque a fin de cuentas todo estímulo provoca un cambio en nuestra conducta, y aquí sí que hablamos de reacciones universales, idénticas para todo el mundo y todas las emociones.
Una vez más, nos encontramos con una gran cantidad de factores que intervienen en la emoción. Las reacciones pueden ser muy enérgicas e impulsivas, pero también notarse en los cambios del tono de voz, la melodía o incluso la prosodia, pronunciando y acentuando las palabras de forma diferente a lo habitual. Pero si hay un elemento clave en este aspecto, ese son las expresiones faciales, el mejor reflejo de las emociones. Estos cambios conductuales también tienen un rol adaptativo, ya que nos permiten conocer en todo momento qué siente el otro.
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