Desprenden tranquilidad y vitalidad a partes iguales. Son personas felices, que disfrutan de la vida porque se sienten en paz consigo mismas y con los demás. Observando conductas, gestos y hábitos concretos, es bastante sencillo reconocer a una persona feliz ¿Quieres saber qué actitudes delatan que eres feliz?
La felicidad se contagia y aunque resulte difícil de explicar, las personas que sienten su vida como una experiencia feliz, con sus momentos buenos y malos, irradian un “algo” especial que hace que siempre resulte agradable estar cerca de ellas.
Todo comienza al despertar. Dormir en paz, sin malos pensamientos/sentimientos y sin preocupaciones tormentosas, siempre implica descansar profundamente y renovar energías. Si te sientes feliz, te despiertas de buen humor, pensando en que se presenta un nuevo día lleno de posibilidades y de oportunidades para hacer mil cosas y disfrutar de ellas. Por supuesto, levantarse pensando que mejor sería quedarse en la cama, no es la manera más optimista de empezar el día.
Ese primer momento en el que afrontamos el nuevo día dice mucho de nuestro estado anímico y de nuestra actitud ante la vida. Si te sientes bien, es impensable que puedas levantarte “renegando” de todo cuanto te rodea.
Fíjate en las personas cercanas a ti. Si hacen algunas, o todas, estas cosas, seguramente el grado de felicidad en su vida es digno de sana envidia.
Y además, cuidan sus relaciones personales. Los momentos de soledad son necesarios, pero alguien que se siente bien, siempre disfruta de su familia, de sus amigos, de un rato de charla con los compañeros de trabajo... Es extraño que una persona que posea equilibrio y bienestar interior sea un/a “borde” y rehuya el contacto con los demás. Además, alguien feliz no anda constantemente haciendo comparaciones que puedan resultar ofensivas o críticas que poco tienen de constructivas.
Es fácil descubrir a una persona feliz porque disfruta. Apreciar lo que la vida nos ofrece es sin duda un síntoma claro de felicidad interior. Una buena comida, un baño en el mar, un paseo por el campo, un café con las amigas o una tarde de cine y palomitas… pequeños detalles que alguien que es feliz sabe apreciar y siente agradecimiento por poder disfrutarlos.
Las personas felices se prestan a todo. Esa actitud pro activa es un síntoma claro de felicidad. Da igual que se trate de ayudar a un amigo en la mudanza de su casa o de correr una maratón con un fin solidario. Es más fácil que se apunte aquel que se encuentra feliz con lo que es y con lo que tiene, que no quien se ahoga en su propia situación “desgraciada”.
Fíjate en cómo una persona se enfrenta a los problemas y podrás detectar si es una persona feliz. Una persona feliz de verdad no vive en un mundo aparte, en “su nube”. Claro que se enfrenta a complicaciones y disgustos, pero lo que cambia es su manera de asumirlos e intentar solucionarlos. La esperanza es uno de los ingredientes de la felicidad. Sentirse desesperado ante cualquier contratiempo es incompatible con ser feliz. Analizar la situación, pensar qué se puede hacer, buscar soluciones siempre desde la calma… eso solo lo hace alguien feliz.
La felicidad depende en gran medida de nosotros mismos y para alcanzarla, dedicar el tiempo necesario a nuestro propio bienestar es imprescindible. No hay cánones establecidos, pero generalmente una persona feliz cuida cuerpo y mente. Tal vez practique un deporte concreto, dedique su rato personal a la lectura, pertenezca a una asociación afín a sus intereses… cada persona es un mundo, pero dedicar tiempo a uno mismo conociendo las propias necesidades, es otra pista para descubrir quién se siente feliz.
Que poco cuesta dar las gracias, pedir las cosas por favor, sonreír o simplemente solicitar o aceptar unas disculpas y. pese a ello, a veces resulta un verdadero esfuerzo cuando estamos contrariados. Ser cordial indica felicidad y paz interior, un síntoma que, por suerte, se contagia con facilidad y logra crear situaciones agradables en los momentos más inesperados.
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