Las peleas y discusiones entre hermanos son algo frecuente que se da no solo durante la niñez sino también a lo largo de las distintas etapas de la vida. Los conflictos surgen por los motivos más diversos y algunos se transforman en relaciones tóxicas o directamente en la ausencia de cualquier tipo de contacto familiar. La reconciliación es posible, pero si hablamos de personas adultas, puede llegar a ser realmente difícil.
Que dos hermanos pequeños jueguen y se peleen casi en la misma proporción es lo más normal del mundo. El problema surge cuando detrás de ese encontronazo por un juguete o por una golosina hay algo más. Entre niños, las discusiones excesivas y demasiado agresivas pueden esconder problemas múltiples. Celos, falta de reconocimiento y baja autoestima, envidia, sensación de no ser querido, rivalidad exacerbada… Siempre hay que observar las discusiones entre los más pequeños de la casa para estar seguros de que esa pelea entre hermanos no reviste mayor importancia y es parte del propio crecimiento y necesario conocimiento mutuo.
Ya en la adolescencia y en la etapa adulta, los conflictos entre hermanos tienen muy poco que ver con esas peleas infantiles. Hay encuentros entre hermanos que acaban, por norma, en un agrio enfrentamiento y también los hay que directamente no se dirigen la palabra o han decidido romper el contacto de manera definitiva.
Algunos de estos conflictos tienen su origen en la infancia, pero otros surgen a raíz de un acontecimiento concreto como la muerte de un familiar, el reparto de una herencia, el hacerse uno de los hermanos cargo de los padres mayores, la rivalidad constante a la hora de llevar, por ejemplo, el negocio familiar… la causa puede llegar a tener profundas raíces y provocar sentimientos dañinos como el odio, el deseo de venganza, la ira, la envida o el rencor, que causan dolor a quien los experimenta y hace imposible cualquier atisbo de reconciliación.
Hay que dejar claro que existen distintos tipos de relaciones fraternas. Muchos hermanos se llevan fenomenal y están al tanto de sus vidas. Otros, aunque se vean poco, mantienen un cariño muy especial que salva tiempo y distancias. Cuando hablamos de relaciones fraternas conflictivas hay que pensar en esos hermanos que realmente no pueden estar juntos sin que salten reproches, recriminaciones y malos deseos.
La reconciliación es compleja pero si los hermanos desean superar el conflicto es más que recomendable acudir a profesionales que puedan orientar sobre cómo llevar a cabo ese proceso de reconciliación.
En primer lugar es fundamental averiguar el origen del conflicto para poder identificarlo. Hay hermanos que se detestan, no se hablan hace años y ni siquiera recuerdan el motivo.
Por otra parte, para superar el problema es necesario reconocer que esa mala relación supone un lastre que provoca emociones negativas y que no produce la más mínima felicidad o paz interior.
Las terapias familiares encaminadas a lograr la reconciliación entre hermanos se centran en establecer una primera comunicación. Poder hablar del pasado, de los propios sentimientos y del dolor que pudo provocar en su momento una determinada situación es básico para empezar a allanar un camino nada fácil.
Intentar recuperar esa relación fraternal implica:
Solo partiendo de estas premisas es posible trazar un plan de reconciliación que ayude a superar la situación y a definir una nueva relación que, probablemente, seguirá siendo distante pero que, por lo menos, se ha reiniciado.
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