A la hora de hablar de los sentimientos muy pocas veces pensamos en el sentimiento de admiración, esa especie de afición que sentimos por alguien que de alguna forma cumple con todo lo que a ti te gustaría tener en la vida. Aunque a veces podamos interpretar esa admiración de forma negativa -el fanatismo o una especie de envidia camuflada, por ejemplo- la admiración es uno de esos sentimientos positivos que nos ayudarán a ir más allá en nuestro día a día, esforzándonos por ser un poco como ellos.
Quizá lo más curioso del sentimiento de admiración sean las diferentes formas que tenemos de admirar a alguien. Por ejemplo, nuestra admiración por una persona puede deberse a un acto de reconocimiento, ya sea por el apoyo que nos ofrece, por estar siempre a nuestro lado, por todos los conocimientos que nos ha sabido transmitir... Es un concepto muy amplio, en el que puede entrar un familiar, ese amigo que se suele decir que es como de la familia, una maestro, un entrenador en el caso de los deportistas, etc.
Otra opción es que el sentimiento de admiración aparezca en el ámbito laboral, y admiremos a una persona que destaca en nuestra profesión. Puede ser un compañero, un jefe o una persona a la que no conozcamos personalmente, pero que quizá sea un referente en la profesión. Es una admiración que se convierte en reconocimiento debido a sus virtudes, habilidades o cualidades. La cosa no acaba aquí, y este sentimiento de admiración te hará seguir superándote personal y laboralmente, esforzándote para conseguir tus metas.
Pero también se puede dar el caso de que sintamos admiración por una persona debido a su carácter, su personalidad, su forma de ser y de vivir la vida, por cómo piensa, por cómo afronta el día a día, por su físico, etc. Esto hace que muchas veces admiremos a gente que no conocemos en persona, pero que por su relevancia pública e incluso histórica están asociados a unos valores que con el paso de los años se han magnificado precisamente por la admiración de millones de personas hacia esos mismos referentes.
A grandes rasgos hemos contestado a una cuestión muy complicada de responder. Un referente que en ti despierta ese sentimiento de admiración puede despertar los sentimientos contrarios en otra persona, incluso personas cercanas a ti. Entre las cuestiones esenciales para que admiremos a alguien están su éxito, unas virtudes que lo convierten en ejemplo a seguir o unas buenas dotes de comunicación gracias a las que es capaz de llegarnos y despertarnos esos sentimientos positivos.
También es interesante conocer la evolución de los referentes por los que sentimos admiración a lo largo de nuestra vida, ya que no es la misma admiración que siente un niño que la de un adulto. Así, de niños solemos mostrar admiración por deportistas, músicos, actores, etc., estrellas con las que disfrutamos y a las que mantenemos como referentes durante nuestra adolescencia y, en algunos casos, hasta que nos convertimos en adultos. Pero en la edad adulta cambian los referentes.
Es entonces cuando habitualmente empezamos a admirar a personas más cercanas o a personajes históricos más por sus valores que porque nos entretienen. Evidentemente, podemos seguir admirando a las estrellas de la televisión, pero como en edades jóvenes es más una idolatría que una admiración con todas las de la ley. Cuando llegamos a adultos profundizamos más en la personalidad de esa persona por la que sentimos admiración y es más fácil gestionar la cercanía con esas personas que se han convertido en nuestro modelo a seguir.
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