Disculparse demasiado

Lo malo de pedir perdón constantemente

Todos sabemos que a veces hay que pedir perdón, que cuando hemos hecho algo mal o hemos dañado a otra persona, aunque sea sin querer, saber disculparse es lo primero en lo que debemos pensar. Para muchas personas, pedir perdón es una tarea complicada, para otras, se convierte en algo rutinario en su vida. Ni un extremo es bueno ni el otro lo es tanto, por lo que debemos aprender los peligros de andar siempre pidiendo perdón para no hacernos daño a nosotros mismos.

Consecuencias de pedir perdón en exceso

Muchas personas piden perdón constantemente. Lo hacen varias veces al día e incluso por cosas que no tienen la culpa. Se trata de una manera que tienen de funcionar, han aprendido a hacerlo así y ni si quiera se dan cuenta de ello, de que asumen responsabilidades y sentimientos de culpa que no corresponden. Se les ha enseñado que es una forma de humildad, pero lo que es en realidad no lo pueden ver: un arma destructiva que va mermando su autoestima poco a poco. Por eso, si eres de los que siempre tiene la palabra perdón en la boca, te proponemos que te pares a pensar y cambies esta forma de actuar. Descubre qué consecuencias tiene pedir perdón excesivamente para ti.

La conflictividad

Muchas veces pedimos perdón en exceso para solucionar un conflicto, y eso nunca es agradable. Enfadarse con alguien a quien quieres es algo por lo que muchos de nosotros pagaríamos por no pasar. Querer solucionarlo está bien, pero a veces tenemos que dar con las herramientas adecuadas, pues no sabemos cuál es la mejor actitud ante un conflicto y asumir la responsabilidad para terminarlo es una opción, puede darnos un poco de paz a corto plazo, pero a largo plazo hará que nuestros conflictos aumenten.

En una relación abusiva, el perdón siempre está presente por parte de la persona maltratada. Al pedir perdón, la otra persona siente que no tiene culpa de nada y olvida el conflicto. Pero este perdón solo hace que aportar más inseguridad a la persona que lo pide, hacerla más pequeña y atarla más a una relación tóxica de la que es muy complicado salir.

La pérdida de valor

Nos han enseñado que debemos disculparnos cuando hacemos algo mal, y algunos lo aprenden tan bien que por querer ser más educados siempre están pidiendo perdón. De hecho, a veces lo piden y ni siquiera saben por qué. Se trata de personas que han asimilado el perdón como una forma de vida, y que hagan lo que hagan, terminan pidiendo perdón.

Hemos de tener en cuenta que si pedimos perdón por todo, al final estas palabras dejan de tener validez. De este modo, creemos que el perdón es una palabra mágica que solucionará nuestros problemas, pero en realidad decir perdón no es más que una costumbre para muchas personas, y que se convierte en lo mismo para quien las oye. Si pides perdón cuando no debes, no solo estás asumiendo responsabilidades que no son tuyas, también estás quitándole valor a la palabra.

La baja autoestima

Queremos ser humildes y nos disculpamos. A veces, incluso lo hacemos por otra persona, para que se sienta mejor asumimos su culpa. Sin embargo, a lo único que nos lleva esta actitud es a humillarnos a nosotros mismos. Por eso, pedir perdón constantemente es un síntoma de baja autoestima, porque creemos que todo es nuestra culpa o que, al menos, merecemos cargar con ella. Se trata de un acto que es causa y también efecto de una inmensa autoestima baja que conviene trabajar.

Además, si pides perdón todo el rato, estás dando la impresión, no solo de baja autoestima, sino también de que sueles equivocarte a menudo. Esto hará que tu autoestima se vea aún más devaluada, al tiempo que los demás te verán como una persona inferior, que siempre tiene que disculparse porque no para de errar en sus propósitos, sean del tipo que sean.

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Mamen Palanca

Licenciada en Ciencias de la Información por la Universidad CEU Cardenal Herrera. Amplia experiencia en el campo de la redacción de artículos y reportajes de diferentes temáticas, destacando la psicología. Por este motivo, actualmente continúa su formación académica cursando los estudios de Grado en Psicología por la UNED, motivo por el cuál es una apasionada del campo de desarrollo personal y la gestión emocional.

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