Cada persona tiene su idea, absolutamente subjetiva y respetable, de lo que es la felicidad. Se trata de un concepto difícil de definir, pero no cabe duda que hay una serie de emociones que ayudan en ese camino que implica aspirar a ser felices ¿cuáles son esas emociones que deberíamos propiciar y cuidar como auténticos tesoros?
Sentirnos felices no siempre resulta sencillo. Problemas familiares, de pareja, económicos, laborales… son muy reales y hacen que pensamientos y emociones negativas se apoderen de nosotros creando estrés, angustia, tristeza, frustración. Pensamos que no podemos evitar sentirnos mal, pero no es cierto. Filósofos y pensadores de todas las épocas coinciden en que la felicidad depende en gran medida de nosotros mismos. “Trabajar” en esas emociones positivas, a veces pasajeras y escurridizas, puede ser el secreto de alcanzar el equilibrio interior, la felicidad...o al menos, rozarla.
¿Qué emociones nos acercan a la felicidad?
Estar contentos tiene poco que ver con la verdadera felicidad. Hasta la persona más desdichada puede alegrarse, y mucho, ante un reconocimiento en el trabajo, un momento divertido, una fiesta o el gordo de la lotería. Si no hay un bienestar general, si no predomina la sensación de estar en armonía con uno mismo y con lo que nos rodea, estaremos ante situaciones y acontecimientos que producen alegría momentánea, pero no felicidad.
Analiza, de las cinco emociones que te describimos a continuación, cuáles prevalecen en tu día a día. Si experimentas la mayoría, sabes reconocerlas y potenciarlas, seguramente en tu vida la felicidad estará presente.
Gratitud
Independientemente de creencias religiosas o teorías filosóficas, deberíamos sentirnos bien al despertar cada mañana, sencillamente porque es un nuevo amanecer que seguro, alguno no ha llegado a ver. No se trata de ser pesimistas ni de llenarnos de “negros” pensamientos, pero son muchas las cosas buenas que ocurren a diario. Ser consciente de ello y estar agradecidos por lo que tenemos es una buena manera de empezar a encontrar la felicidad interior.
Amor
Romanticismos aparte, el amor es una de las emociones más poderosas que existen. Amar en general, no solo a la pareja, sino a todo lo que nos rodea incluidos nosotros mismo, hace que emociones tóxicas como el resentimiento, la ira, el deseo de venganza o la envidia pasen a un segundo plano liberándonos de un lastre importante que en ocasiones es la causa de la propia infelicidad.
Satisfacción
No confundir con “conformismo”. Querer mejorar es algo intrínseco al ser humano y trabajar por lograr nuestras metas debería hacernos felices, pero, si nuestra realidad “efectiva” dista demasiado de nuestra realidad “proyectada”, Ortega y Gasset diría que la felicidad podría escapársenos. Estar satisfecho con lo que se es y con lo que se tiene, aunque sin renunciar a nada, es una de las claves de la felicidad. Anclase en el pasado o sufrir con lo que vendrá no tiene demasiado sentido y no es una emoción positiva.
Perdón
Ser indulgentes con los demás y con uno mismo evita emociones que pueden causarnos un terrible dolor absolutamente innecesario. Autocastigarnos dejando la autoestima por los suelos, o desear el mal a los demás, es siempre una fuente de infelicidad. Perdonar es un acto, pero la emoción que implica hacerlo supone siempre una inmensa sensación de paz y de recuperación de la propia tranquilidad.
Optimismo y esperanza
Pensar con optimismo en un futuro cercano evita “nubarrones” mentales y espirituales. Las personas con esperanza, que, ante una situación negativa, sienten que es algo transitorio, que puede mejorar y que ellos pueden intervenir en esa mejora, son sin duda más felices que aquellos a los que cualquier problema les supera. Gestionar el propio optimismo es uno de los secretos para ver la vida en positivo.