Cada uno de nosotros disponemos de unas cualidades diferentes. Existen personas más sensibles, otras más racionales, aventureras, reservadas o atrevidas. El caso es que una de las cualidades que más apreciamos de otra persona es la simpatía, aquello que nos hace conocer a alguien y sentirnos bien. El problema viene cuando somos tan simpáticos que nos olvidamos de nosotros mismos en el deseo por complacer y ser amables con los demás.
Cómo ser simpático con los demás conservando tu estima
Ser agradable es algo que todos valoramos, y no solo porque hagamos sentir bien a los demás, sino porque, cuanto más simpático seamos, mejor nos sentimos con nosotros mismos. Está comprobado que tener una buena actitud con los demás, mejora el humor, así como el simple hecho de sonreír. Así que, hasta la persona más egoísta, tiene verdaderos motivos para querer ser más simpático.
Eso sí, resultar demasiado agradable puede llegar a ser contraproducente. Incluso podemos llegar a caer en la trampa de querer ser tan agradables que nos olvidemos de nuestras necesidades y dañemos nuestra propia autoestima, de que lo importante es estar bien con nosotros mismos.
El peligro de parecer demasiado vulnerable
Cuando nos mostramos demasiado amables podemos caer en la trampa de que los demás piensen que somos vulnerables o fáciles de engañar. Personas alegres que siempre sonríen y muestran buena cara, va y resulta que todos pensamos que son incompetentes por naturaleza, como si la gente feliz no pudiera ser inteligente. Es por eso, que en ocasiones, tendemos a evitar ser simpáticos para que nos tomen en serio, por ejemplo, por ese miedo a que nos hagan daño.
Entonces nos mostramos fríos, mostrando una personalidad que ni siquiera se asemeja a lo que somos. Nos mostramos distantes pero con decisión e inteligencia. Y sin duda nos considerarán competentes, pero también personas que están a parte, en las que no podemos confiar porque son demasiado calculadoras. Es aquí donde debemos encontrar el punto medio, para ser simpático pero sin parecer vulnerable ni dejarte de lado.
Ser agradable es algo que nos ayuda a todos, tanto a los que practicamos la simpatía como a quien la recibe. Por eso, ser agradable no será nunca sinónimo de ser débil, así que hay que intentar ganarse la confianza de los demás. De este modo, podremos ser simpáticos a la vez que competentes.
La clave está en la confianza
Seguramente has oído esta frase referido a la seguridad y confianza en uno mismo. Y si esta afirmación es del todo cierta, no puede ser más verdad que la que, para resultar simpático pero sin que nos tomen el pelo, debemos demostrar que somos personas de fiar. De esta forma, no nos verán solo como alguien agradable sino que además, acudirán a nosotros cuando tengan un problema y contarán con nosotros en cualquier situación.
Si deseas mostrar que eres de fiar, tanto en un entorno profesional como personal, debemos trabajar ciertas cuestiones. Por un lado, desprender calidez es fundamental. Ser amable y trasmitir que queremos ayudar y somos buenos amigos. Pero con eso no basta, sino que además, mostrar buena actitud y demostrar que tenemos capacidades y somos competentes, hará que además nos respeten.
Cuando quieres agradar demasiado a los demás
Ser simpáticos, sí, pero también ser decididos, valientes e inteligentes. No podemos dejar todas nuestras cualidades a expensas de lo que los demás piensen de nosotros, porque entonces, nos anulamos a nosotros mismos y caemos en la trampa de no respetarnos. En lugar de ello, ser amable con nosotros mismos es la clave para no descuidarnos.
Al final, tenemos que respetarnos a nosotros mismos, para que nuestras necesidades estén siempre por encima de los demás. Esto no significa que siempre tengamos que estar a la defensiva, pero no debemos anteponer las necesidades de los demás solo para que nos acepten o para caerles bien. Además, también tendremos que demostrar nuestras habilidades, y es entonces cuando conseguiremos ser simpáticos pero sin dejarnos de lado.