A nadie se le escapa que nuestra autoestima es algo nuestro, es la valoración que cada uno hace de sí mismo, lo que incluye imagen, carácter, valía, etc. Se trata de algo que hacemos desde nuestra más tierna infancia, ya que desde la niñez empezamos a desarrollar la autoestima. Y aunque cada uno sea el amo de su propia autoestima y de la imagen que tiene de sí mismo, hay factores como la familia que influyen directamente en la autoestima de una persona, ya sea un niño o un adulto. Una influencia que puede ser positiva o negativa.
La familia como agente socializador
Ya desde niños recibimos una serie de enseñanzas básicas para la autoestima. La familia siempre es el primer núcleo social, donde los niños empiezan a socializarse y aparece el aprendizaje sobre uno mismo. Así, el desarrollo de la autoestima no puede separarse de la familia, ya que este es el lugar y el contexto donde crecerá. Cuestiones como el estilo educativo, los valores y los mensajes que se transmiten son factores que explican en parte cómo influye tu familia en tu autoestima.
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En este sentido, la familia juega un doble papel. Por una parte vemos que la familia deberá mostrar al niño su estima y su cariño, hacer que los hijos, nietos o sobrinos se sientan queridos y valorados. A partir de ahí podrán desarrollar una sana autoestima. Por otra parte nos encontramos con el deber familiar de proporcionarle a los más pequeños una serie de experiencias adecuadas para que se sientan seguros en el ámbito familiar, de forma que su autoestima se pueda desarrollar positivamente.
La influencia de la familia en la autoestima
Cuando los padres se preocupan por preparar a los hijos emocionalmente para la vida habrá una influencia familiar positiva en su autoestima. Muchas veces los padres se centran en el aspecto académico, y pasan por alto la importancia de que sus hijos confíen en sí mismos, en que encaren los problemas que les presenta la vida con confianza y sin temores, siendo sabedores en todo momento de sus virtudes y capacidades. Solo así podrán enfrentarse a los retos y momentos difíciles desde una perspectiva positiva.
Si el niño ha experimentado este refuerzo positivo durante su infancia por parte de su familia es fácil que acabe siendo una persona segura de sí misma, responsable y decidida a la hora de hacer frente a los retos. Y, por consecuencia, lo padres habrán conseguido educar a un niño feliz. Todo lo contrario que un niño que ha tenido una valoración negativa, lo que da lugar a adultos inseguros, que se sienten culpables y tienen la autoestima baja. Problemas que les impiden relacionarse con otras personas, expresar los sentimientos a los demás, o que los introducen en relaciones personales tóxicas que acentúan esa negatividad.
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Este refuerzo negativo también viene de los padres, que muchas veces rodean a sus hijos de mensajes negativos. Una mala decisión a la hora de educar a nuestros hijos, que a partir de estos mensajes negativos empiezan a crearse una imagen de sí mismos como alguien inútil, tonto, débil o que no vale para nada, con las terribles consecuencias que eso tiene para la autoestima de un niño.
Aunque no sea tarea fácil, esa influencia negativa de la familia en la baja autoestima siempre se puede superar aunque nos costará mucho más llegar a ser una persona segura y con confianza en nosotros mismos que sí hubiésemos recibido ese refuerzo positivo desde un primer momento. Será muy importante detectar si el niño tiene la autoestima baja para poder trabajar en ello.
Los valores y las enseñanzas que aprendemos a lo largo de la vida, el cariño y las muestras de afecto y reconocimiento por nuestros logros que llegan desde la familia nos ayudarán a reforzar desde la infancia, y conseguiremos tener una autoestima más alta a lo largo de la vida, dejando atrás esos perjudiciales refuerzos negativos y la baja autoestima.
