Todos hemos vivido alguna situación en la que nos hemos sentido víctimas. La vida nos pone a prueba, vivimos cosas que no deseamos, circunstancias injustas, en manos de personas que se aprovechan de nosotros. Sin embargo, ser víctima y vivir en un estado de victimismo constante son cosas diferentes. Y es que, a veces no hay nadie que nos haga nada, pero tendemos a echar la culpa a los demás de lo que nos pasa, e incluso de lo que nosotros mismos hacemos.
El victimismo es un estado de queja constante en el que la persona que lo padece piensa que todo el universo va en contra de ella. Se monta en su cabeza ataques constantes y cree, no solo que lo malo que le pasa es culpa de otros, sino que todo lo malo le pasa a ella. Puede comenzar como una llamada de atención, o como un intento de esquivar responsabilidades, pero lo cierto es que, el victimismo esconde más riesgos de los que nos pensamos, especialmente en nuestra autoestima y de ello es de lo que vamos a hablar en este artículo.
Las causas por las que nos victimizamos
Cuesta creer como un estado en el que nos sentimos mal, pensamos que solo nos pasan cosas malas y que hay una especie de conspiración en contra de nosotros es un estado que podemos crear nosotros mismos. Pues sí, el victimismo tiene su origen en nosotros, y es que, aunque no es una actitud sana, todos podemos caer en ello.
Para empezar, la persona victimista siempre consigue llamar la atención. Puede que los que la conozcan se vayan haciendo a la idea de sus medios, pero siempre encuentra a alguien que acude corriendo a consolarla. Además, consigue mantenerse fuera de la responsabilidad de cualquier situación, haciendo que los demás se sientan culpables y tergiversando los mensajes para que el otro siempre parezca el malo. De este modo, el victimista cuenta con la atención y compasión de los demás, siendo la de dar pena una de sus armas, por lo que así puede llegar a manipular a otras personas aunque directamente ese no sea su deseo. La causa de esta actitud puede ser una mala experiencia, una falta de cariño o una decepción.
Los efectos que tiene sobre nosotros
El drama, la autocompansión o la negatividad son actitudes propias de un perfil de persona victimisma. Visto así, por mucho que obtenga toda la atención del mundo, está claro que no va a llevar a una vida muy sana, emocionalmente hablando. A nadie le gusta dar pena, pero el victimista la utilizará como arma para que le hagan caso, y aún así, se quejará de ello.
El estado de queja constante en la que vive el victimista le llevará a vivir en un estado de preocupación permanente. Él es víctima de ataques que se hace él mismo, y no podrá estar cómodo en ninguna situación. De este modo, observamos que una persona que en un momento determinado está viviendo bajo esta situación, tendrá problemas para ser feliz y para encontrarse bien consigo mismo.
Además, las relaciones sociales también se verán afectadas. Las amistades se pueden llegar a cansar de estar con una persona que solo le aporta negatividad y se desgastarán de sentirse culpables por lo constantes ataques de su ser querido.
¿Cómo se pone fin al victimismo?
Como en cualquier caso, el primer paso para poner fin al victimismo es darse cuenta de que lo estamos padeciendo. Piensa en todas las quejas que se te escapan al día, en todo lo incomprendido o incomprendida que te sientes, en todas las personas que crees que están en contra tuya.... Si identificas esa voz crítica dentro de ti, habrás dado el primer paso para poner fin al victimismo.
Estamos muy preocupados mirando lo que los demás hacen mal, por eso, a veces no es malo mirar hacia dentro y ver que tenemos la responsabilidad de nuestra propia vida. Es verdad que podemos caer en circunstancias injustas, en momentos duros, pero las riendas de nuestra vida solo la podemos coger nosotros, y nadie tiene esa responsabilidad más que uno mismo.
Asumir nuestra responsabilidad, controlar las quejas y cambiar la forma en la que nos comunicamos hacia una algo más optimista y agradecido, pueden ser las claves para ponerle, al fin, punto y final al victimismo.