Una de las claves para el correcto desarrollo de nuestros hijos es la educación emocional. Si desde niños reciben una buena educación emocional, cuando se conviertan en adultos serán capaces de enfrentarse bien a los problemas que les plantee la vida. Ya desde pequeños empezarán a adquirir esos conceptos, esas herramientas básicas para vivir en la sociedad actual. Sólo así comenzarán con el tiempo en conocer y saber qué son las emociones, de ahí la importancia de una educación desde sus primeros años de vida. Aunque por suerte, la educación emocional está cambiando, abriéndose mucho más de lo que estaba hace unos años.
Para que esta educación emocional sea correcta, es imprescindible que los niños desarrollen su propia inteligencia emocional, o lo que es lo mismo las habilidades para reconocer sus propias emociones... y las de los demás. Solo con una buena inteligencia emocional serán capaces de gestionar adecuadamente estas emociones, propias y ajenas. Pese a la importancia de esta educación emocional, es una de las grandes olvidadas a la hora de educar a los más pequeños, aunque como decíamos los tiempos están cambiando.
La nueva educación emocional
Hemos pasado de la represión de las emociones a su manifestación sin tapujos. Dicho de otra forma, hasta hace unos años la educación emocional consistía en reprimir ciertas emociones: los niños no podían llorar, era un síntoma de debilidad y tarde o temprano esta represión de las emociones se manifestaba en forma de mal control emocional, impidiéndonos manejar nuestras emociones, lo que nos impedía triunfar en la vida. Ahora, la expresión de las emociones está mucho mejor vista, aunque sigue faltando esa educación en emociones.
De hecho, se puede educar en emociones en casa, pero la tarea pendiente es extrapolar esa educación al colegio. Lo ideal sería que la inteligencia emocional se empezase a enseñar cuanto más pronto mejor para dotar a los niños de esa educación en emociones y de esas herramientas con las que reconocer, asimilar y manejar los distintos tipos de emociones. Es una enseñanza que podría alargarse durante toda la etapa educativa, desde el parvulario hasta la educación secundaria; pero pese a la evolución del sistema educativo la educación emocional sigue estancada.
Con este panorama, el papel de los padres en la educación emocional de sus hijos es cada vez más importante. De hecho, independientemente de la educación emocional que reciban en el colegio, la familia supone el escenario ideal para el impulso de la inteligencia emocional de los niños. Una familia refleja a la perfección la construcción de las relaciones sociales entre los distintos miembros que la componen, y los padres están ante una ocasión perfecta para educar a sus hijos en emociones.
Precisamente una de las claves para cumplir con ese objetivo de educar en emociones a los niños es enseñarles a no reprimir sus emociones. Muchos adultos estamos acostumbrados a negar emociones que por una u otra razón nos avergüenzan o nos incomodan, y que son fundamentales en la vida. El miedo es un síntoma de prudencia, pero el problema llega cuando ese miedo es excesivo y tenemos problemas para vencerlo, lo que nos bloquea e impide que nos expresemos. Algo parecido pasa con el enfado, que muchas veces intentamos reprimir, pero que nos ayuda a establecer límites o a demostrar que no estamos de acuerdo con algo. En este sentido, los grandes expertos recurren a técnicas como la meditación que les ayude a los más pequeños a tranquilizarse.
Y, ¿en qué emociones educaremos a los más pequeños? La edad es determinante. Hasta los 2 años aparece el miedo a lo desconocido, de 2 a 3 tres años la frustración porque las cosas no les salen, sobre los 5 aparece el miedo a la oscuridad o el orgullo por aprender a hacer las cosas por sí solos, a los 7 la envidia al compararse con otros compañeros o la culpa, la vergüenza no aparece hasta la preadolescencia... Todas ellas emociones que, si el niño ha recibido una buena educación en emociones, le ayudarán a convertirse en mejor persona y a disfrutar de mejores relaciones sociales.