Las emociones influyen en nuestra forma de ser, de sentir y de pensar. Hacen que nos inclinemos por unas opciones en lugar de por otras y nos ayudan o nos impiden afrontar ciertas circunstancias. En su origen están hechas para adaptarnos al ambiente, para sobreponernos y vencer las adversidades que se nos presentan en la vida, pero una incorrecta gestión de las emociones puede hacer que algunas de ellas se vuelvan tóxicas.
Del mismo modo que nos alimentamos de nutrientes a través de la comida, los sentimientos y las emociones sirven para alimentar nuestra energía. Nuestras emociones entran en nosotros, forman los pensamientos y hacen que nos sintamos de una determinada manera y tomemos unas decisiones y no otras.
Es importante que seamos conscientes de ciertas emociones que están haciéndonos daño. La higiene emocional empieza por distinguir qué emociones se han apoderado de nosotros y nos impiden actuar de una forma sana, nos enturbian nuestra vida y nos ensucian nuestra energía.
La ansiedad
Un ejemplo de estas emociones tóxicas lo encontramos en la ansiedad. Gracias a esta emoción podemos hacer frente a males que se nos presentan en el futuro, podemos adelantarnos y sacar recursos para solucionar una amenaza que se nos presenta.
Sin embargo, cuando la ansiedad se vive de forma continuada, cuando vemos en todo y cada una de las cosas una amenaza, la ansiedad de convierte en una emoción tóxica. Se convierte en un temor irracional y excesivo que nos impide vivir con normalidad, y que afecta tanto a nuestra salud mental como a nuestra salud física.
La envidia
Se trata de una de las emociones más difíciles de gestionar y que más sufrimiento acarrea a las personas. Se trata de un proceso mental que nos lleva a desear lo que otros tienen, y aunque puede servir como motivación, para saber aquello que deseamos y conseguirlo, la mayoría de las veces, la envidia enturbia nuestras relaciones sociales y amarga tanto al envidiado como al envidioso.
Además, la envidia nos impide disfrutar de aquello que tenemos, si lo único que hace es centrarnos en aquello que tienen los demás y nosotros no. Nos causa una gran frustración, enfado y hace que nos sintamos desgraciados, además de alejarnos de nuestros seres queridos.
La culpa
El sentimiento de culpa es algo que todos experimentamos a lo largo de nuestra vida. Se trata de una emoción que nos ayuda a ser más responsables, que hace que tomemos mejores decisiones y que nos ayuda a encauzar nuestra vida justo por donde queremos. Pero la culpa, mal gestionada, también se vuelve tóxica.
Para luchar contra la culpa, debemos aprender a perdonarnos si no podemos hacer nada por solucionarlo. Por otra parte, muchas personas sienten culpa sin tenerla. Puede deberse a una baja autoestima o a una baja seguridad, pero sea como sea, saber que se trata de una emoción tóxica, será el primer caso para librarse de ella.
La Ira
Se trata de una de las emociones con las que más cuidado hemos de tener. Aunque como todas las emociones puede resultar muy adaptativa, convivir con otros seres vivos significa saber controlarla, o de lo contrario podemos tener muchos problemas.
Por poner un ejemplo, la ira puede sernos muy útil cuando nos enfrentamos a personas que pueden suponer un peligro para nosotros mismos o hacernos mucho daño, nos sirve para defendernos y nos da un chute de adrenalina extra. Sin embargo, el no saber controlar esta emoción nos puede llevar a tener conflictos con otras personas. Una buena gestión de la ira hará que sea muy útil, pero no controlarla nos puede meter en muchos problemas.