Es una tendencia equivocada intentar reprimir en todo momento nuestras emociones. Expresamos con más facilidad las positivas, pero la tristeza, el miedo o la falta de confianza preferimos guardarlas hasta que a veces acaban haciéndonos daño. Practica estos ejercicios y deja que tus emociones fluyan.
Están ahí y en muchos casos no sabemos reconocerlas y mucho menos interpretarlas. Son nuestras emociones, esas que determinan la manera en la que nos sentimos y que marcan las relaciones con los demás y hasta nuestra propia vida.
Si no dejamos salir a nuestras emociones, especialmente si son negativas o tóxicas, acabarán produciendo un desequilibrio o incluso un bloqueo en nuestro interior que nos impedirá avanzar como personas. Lograrlo es uno de los objetivos que persigue la Inteligencia Emocional con sus distintos ejercicios y terapias.
Ejercicios para trabajar las emociones
Poner nombre a tus emociones, potenciarlas o liberarte de ellas, no es algo tan abstracto como parece. Puedes trabajar en ello y practicar con una serie de sencillos ejercicios para trabajar las emociones que tienen en común tres fases:
- Reconocimiento de la emoción concreta.
- Aceptación de su existencia.
- Expresión, dejar que fluya.
Si quieres, prueba con estos ejercicios, que puedes hacer sola o con otras personas, y que son una buena ayuda para empezar a liberar tus emociones.
Ensaya situaciones imaginarias
Es un sencillo ejercicio que consiste en que, por unos momentos, te conviertas en actor/actriz. Recrea, tal vez, un encuentro con alguien que no te cae demasiado bien, una escena cotidiana de tu trabajo, un momento en el que alguien te acusa injustamente de algo… recuerda que estás en una representación, que lo que digas o hagas no es real y suelta, en voz baja o gritando (tu "personaje" decide"), lo que te sugiera la situación sin pensarlo dos veces. En ese mundo imaginario, puedes hacer lo que quieras… deja que tus emociones salgan.
Identifica problemas concretos que generan emociones negativas
A veces, intuimos una emoción difícil de definir sin saber exactamente de dónde procede. Son las más escurridizas y por eso cuesta expresarlas de algún modo. Averigua su posible origen escribiendo en un papel, por ejemplo, tres situaciones en las que te has sentido mal por algún motivo. Describe con detalle qué ocurrió e intenta poner nombre a lo que sentiste: miedo, vergüenza, odio, envidia, tristeza… Lee en alto tu escrito y convéncete a ti misma de que es cierto que viviste esa emoción, pero por una situación concreta que ya no existe. El siguiente paso del ejercicio es ser capaz de contar a alguien más esa historia que desencadenó la emoción.
Ubica tu emoción y hazla salir con tu respiración
Disciplinas como el yoga y el Taichi ponen en práctica distintos ejercicios basados en esta idea. En una posición relajada, como prefieras: tumbada, de pie o sentada. Respira profundamente intentando conectar con tu yo interior. Relájate y piensa en esa emoción que tienes dentro y que te cuesta identificar y dejar salir. Concéntrate en tu miedo o en tu angustia y coloca tus manos en la parte de tu cuerpo donde pareces sentirla con más intensidad. Puede ser una opresión en el pecho, un dolor en la boca del estómago, una tensión en el cuello… Piensa en dónde está ese malestar y siente que, cada vez que exhalas el aire, se va con él. Ten en cuenta que si no realizas este trabajo puede que la emoción se quede bloqueada en tu interior y termines padeciendo somatización. Para terminar di en alto “Siento mi miedo, culpa, tristeza... y la dejo salir”.
Puntúa tus emociones y su intensidad
Este es un ejercicio que ayuda al conocimiento interior para que seas capaz de controlar mejor tus emociones. Es fácil. Se trata de hacer tu particular “Top 5 emocional”. Haz un primer esfuerzo en identificar lo que sientes en un momento dado, ante una situación determinada, y enumera tus emociones del 1 al 5 ordenándolas según su prevalencia . Trabaja en esta lista un poco más y da una puntuación del 1 al 10 según la intensidad de cada una de tus emociones. Es una manera muy simple de saber qué te ocurre y poder contarlo y expresarlo con más facilidad.