Vivimos en el tiempo de la inmediatez. Cada vez vamos más rápido en todos los aspectos de nuestra vida. Los informes del trabajo son para ayer, los platos pre-cocinados han sustituido a los guisos de casa y los memes de la noticia de turno, inundan nuestro móvil un segundo después de hacerla pública. Los medios de comunicación cada vez van más rápido, y entendemos ser el más veloz, como sinónimo de ser más productivo. El caso es que esta sensación es una de las cosas que más ansiedad nos producen y si deseamos evitarlo, a veces practicar la paciencia puede ser nuestra mejor herramienta para no sufrir ansiedad y demasiado estrés.
En este entorno, no es nada raro que confundamos eficacia con prontitud y que nos frustremos si no obtenemos lo que queremos ya. El esfuerzo lo hacemos en ese estado constante de impaciencia, entre que queremos una cosa y que la conseguimos. Sin darnos cuenta, valoramos más las cosas rápidas que las bien hechas. Por eso, la paciencia nos ayuda a reducir la ansiedad a seguir ese movimiento de vida slow nos ayuda a apreciar mucho más lo que tenemos y a ser conscientes de lo que hacemos, de comprender el verdadero valor y lo bonito de cada cosa.
Paciencia y ansiedad
Todo esto tiene un precio, ya que, este vivir corriendo hace que la ansiedad florezca y el estrés sea la enfermedad más común del siglo XXI. No tenemos tiempo para pararnos a disfrutar de las cosas, nos angustiamos hasta que las conseguimos, y cuando las conseguimos, no podemos disfrutarla, porque ya estamos pensando en lo siguiente que queremos. Este ritmo frenético que llevamos nos puede pasar factura tanto física como psicológicamente, por eso, es importante que aprendamos a cultivar la paciencia para despedirnos de la ansiedad, para saber separar cada cosa, hacer cada tarea despacio y dándole a todo la importancia que requiere y no otra superior.
Hay quien entiende la paciencia como no hacer nada. Necesitamos estar siempre activos para sentirnos bien, producir, trabajar y nos olvidamos de descansar y de disfrutar de la vida. Tener paciencia no significa que tiremos la toalla o que no pongamos límites al dolor, sino que hace referencia al tiempo que todos necesitamos para conseguir las cosas. Y es que, las mejores cosas de la vida tardan en llegar, pero si no aprendemos a esperar, la ansiedad se convertirá en una constante en nuestra vida.
Cuándo la paciencia te ayuda a reducir la ansiedad
Hoy en día, casi todas las personas sufrimos ansiedad y nadie está librado de no padecerla. La ansiedad nos hace vivir en un estado de tensión constante, que puede afectar a nuestro sistema nervioso, nuestra espalda, nuestro estómago, e incluso a nuestro corazón. Vivir con ansiedad es de lo más común pero también de lo menos deseable. Para evitar la ansiedad conviene ser más paciente y dejar que las cosas sigan su propio cauce, de tal forma, que también podamos saborear lo que hacemos.
Cuando comienzas a gestionar tus emociones
Una de las primeras cosas que debemos saber para ser más pacientes y reducir la ansiedad es que, aprender a tener paciencia, significa saber que hay cosas que se escapan a nuestro control. Aceptar las cosas como son y saber que no siempre estaremos contentos o alegres, sino que la vida nos traerá situaciones complicadas, será un comienzo para cultivar esa paciencia que tanto necesitamos. Por eso, para trabajar la paciencia y acabar con la ansiedad es importante aprender a gestionar nuestras emociones nos ayudará a saber qué sentimos y por qué lo sentimos en cada momento, y nos dará las claves para esperar hasta el momento adecuado, dejando cada cosa para su momento.
Cuando te pones tus metas
Uno de los problemas de la falta de impaciencia está relacionado con nuestras metas, porque acostumbramos a planificar nuestros objetivos mediante metas demasiado altas, o con demasiadas expectativas y lo que sucede cuando nuestras expectativas son demasiado altas es que no somos amables con nosotros mismos y nos hacemos daño con una gran facilidad, más de lo que imaginamos.
Viene a ser lo mismo que si queremos las cosas enseguida y las queremos ya, y como no las tenemos cuando queremos, nos desanimamos y no nos esforzamos. Entendemos la paciencia como la falta de trabajo y de esfuerzo, cuando más bien es todo lo contrario. Quien tiene paciencia sabe esperar y esforzarse durante más tiempo, sabe disfrutar del camino y de lo que la vida le va regalando.
Cuando eres consciente
Si queremos mejorar en nuestra meta de ser más pacientes, deberemos saber que normalmente no lo somos. Estamos influidos por una sociedad que corre a velocidad del viento, por lo que, saber que necesitamos otro ritmo y no dejarnos llevar por la marea, será fundamental para aprender a ser más pacientes. Seguramente al principio nos costará más, pero sabiendo rectificar y dándonos cuenta de lo deprisa que vamos, aprenderemos a parar.