La pregunta es clara: ¿qué predomina la razón o la emoción? Seguramente muchas veces hemos estado en una situación en la que nuestra cabeza nos dice una cosa y nuestro corazón otra, es la eterna duda. ¿A quién hacer caso? Unos nos dicen que dejemos a un lado nuestros sentimientos y nuestras emociones y solo nos guiemos por nuestra cabeza. Otros en cambio, nos aconsejarán vivir la vida al máximo, dejarse llevar y disfrutar a tope de las experiencias que se nos presentan con el corazón.
El caso es que ni razón ni emoción te aseguran un futuro seguro ni pleno. Es imposible inclinarse por una o por otra sin sentir una debilidad por estar haciendo algo mal. Existen personas que no quieren enfrentarse a la realidad y tapan su razón con sus sentimientos, incapaces de mostrarse racionales. Por otra parte, están aquellos que sienten demasiado como para descubrirse, y solo usan su razón como moneda de cambio.
¿La emoción gana a la razón?
El caso es que, la mayoría de los estudios que se han preocupado por estas distinciones y preferencias, entre la razón y la emoción, han concluido con la que la emoción normalmente, tiene más fuerza que la razón. La causa, si la piensas, es bastante lógica. Mientras que la razón precisa de un nivel de conocimiento superior, la emoción resulta más accesible. Y es que, la razón, requiere más tiempo, más habilidad y más experiencia que la emoción.
Además, las emociones en ocasiones son realmente intensas, tanto es así que nadie se puede escapar de sufrir una crisis emocional intensa a lo largo de su vida. Veamos el ejemplo del miedo, que se vuelve a menudo tan poderosa que nubla la razón del hombre más inteligente si se lo propone. Es aquí donde encontramos la verdadera fuerza de la emoción. La intensidad de estas emociones hacen al hombre muy manipulable. De este modo, vemos como la incapacidad para gestionar las emociones es altamente poderosa para crear una reacción determinada en una persona.
El equilibrio y la inteligencia emocional
Según dicen nacemos con dos mentes, una que siente y otra que piensa. En una forma ideal de operar, la emoción alimenta e informa a la razón y la mente pensante, evita la entrada de impulsos. Aunque esto no suele pasar siempre así, sí que es cierto que, las personas expertas que se conocen bien a sí mismos, son capaces de gestionar tan bien sus emociones que consiguen el equilibrio entre razón y emoción.
Conseguir este equilibrio emocional no es una tarea fácil, pero sí que se puede conseguir si practicamos. Lo mejor es formar a una persona desde niña para que ya desde muy temprana edad, los niños aprendan a reconocer sus emociones y a gestionarlas de la forma más beneficiosa para ella misma. No obstante, si no hemos aprendido de pequeños, aún estamos a tiempo.
A pesar de que se trata de un camino largo, enseguida que comencemos notaremos los primeros resultados. Eso sí, deberemos ser conscientes de que la gestión emocional es complicada y que conseguirlo al 100% es casi imposible. Sin embargo, si le ponemos empeño, podemos adquirir esa inteligencia emocional que nos haga ganar en calidad de vida.
Pasos para conseguir el equilibrio entre razón y emoción
Para comenzar, es importante que nos conozcamos a nosotros mismos. Es fundamental que cuando surja un sentimiento o una emoción sepamos identificarlo y saber por qué ha venido y cómo va a evolucionar. Así podremos encontrar el equilibrio entre la razón y emoción en nuestro día a día.
El siguiente paso para comprender esta relación entre la razón y la emoción será manejar nuestros impulsos. Si somos capaces de controlarlos, podremos aceptar mejor las circunstancias que nos presenta la vida y que no podemos controlar.
Por último, la empatía se presenta como una cualidad fundamental en el manejo de emociones. Reconocer las emociones en los demás y saber por qué están sintiéndose de una determinada manera también te será muy útil para aprender a gestionar emociones.